Concluyó la exhumación en el Cerro Colorado

Finalizaron las tareas de rescate arqueológico de restos óseos humanos que fueron hallados en la localidad en el marco de la construcción de la red de Gasoductos Troncales Regional Norte.

El trabajo de campo fue realizado por un equipo de arqueólogos contratado por el concesionario del gasoducto. La Agencia Córdoba Cultura efectuó el monitoreo de las tareas con profesionales de la Dirección de Patrimonio Cultural.

Toda actividad realizada alrededor de la exhumación fue comunicada a los representantes de los pueblos originarios, que pudieron visitar el laboratorio de campaña montado en el lugar.

Además de la riqueza natural de su flora y su fauna, la Reserva Cultural Natural Cerro Colorado es un lugar de alto riesgo arqueológico. En consecuencia, la Resolución 181 regula actividades de prospección y excavación en sitios arqueológicos y paleontológicos dentro de ese territorio. La provincia de Córdoba, además, cuenta con una ley de protección de los bienes culturales (Ley 5.543).

Conocimiento de los pueblos nativos

Sin bien esta etapa concluyó, las investigaciones recién comienzan y se esperan aportes que constituirán una valiosa información para conocer aún más el pasado de los antiguos pobladores”, afirma Luis Tissera, arqueólogo de la Dirección de Patrimonio Cultural de la Provincia.

A partir de las exhumaciones realizadas, se abren distintas líneas de investigación vinculadas a los componentes de su dieta alimentaria, el modo de vida, la antigüedad, el estado de salud, la causa de muerte y el origen de los primeros pobladores del Cerro Colorado”, agrega Luis Tissera.

Según el mismo profesional, “estudios más complejos podrán aportar información genética para comprender los vínculos de parentesco entre los antiguos pobladores y otros grupos indígenas, como así también conocer en qué modo se relacionan los actuales habitantes de la localidad con los primeros pobladores”.

Antiguas prácticas funerarias

Luis Tissera se desempeña en el Museo Arqueológico del Cerro Colorado, lugar ubicado en el ingreso al bello paraje serrano. De acuerdo al profesional, el análisis de los restos óseos hallados revela indicios sobre los ritos funerarios de los antiguos pueblos originarios.

Las distintas profundidades en que se hallaron los restos óseos, permiten estimar al menos tres períodos históricos donde las inhumaciones fueron más intensas”, indica Tissera.

El arqueólogo explica: “El momento más antiguo, con la menor cantidad de entierros, posiblemente sea anterior a las pinturas rupestres. Un segundo momento, que reúne el conjunto más numeroso de entierros, en algunos casos simultáneos, donde la mayoría son niños, siendo este el período más activo. Posteriormente, la cifra desciende relativamente”.

El museo realiza actividades de extensión en las escuelas de la región, sirve como centro de interpretación de la Reserva Cultural Natural y coordina las visitas guiadas a los aleros que conservan las pinturas rupestres.

Dos formas de inhumación

Luis Tissera distingue al menos dos modalidades utilizadas para la inhumación de los restos mortales de aquellos pobladores: “Entierros primarios, conformados por 20 individuos, son inhumaciones de personas realizadas directamente bajo tierra después de su fallecimiento, mientras que los entierros secundarios se refieren a una práctica cultural muy diferente”.

Si bien la mayoría de los cuerpos se hallan flexionados o en posición fetal –continúa-, se observan distintas direcciones y posturas de la cabeza, las manos se acomodan sobre el pecho o cubren el rostro y algunas partes están ausentes. Llama la atención la disposición de algunos cuerpos, que presumiblemente fueron sepultados en el mismo momento”.

El resultado de las excavaciones sorprende a los investigadores. Luis Tissera destaca: “Una adolescente extiende su brazo izquierdo y apoya su mano sobre el hombro de una mujer joven; en otro caso, tres niños están dispuestos de modo que la cabeza del primero descansa sobre el regazo del segundo, cuyos pies sirven de apoyo para la cabeza de un tercer niño, formando un círculo conmovedor”.

Siguiendo con el mismo informe, Tissera comenta: “Estos ejemplos muestran un especial cuidado en el modo de disponer los cuerpos antes de su entierro, como así también distintos patrones para enterrar a los fallecidos”.

En cuanto a los entierros secundarios, el arqueólogo revela que “esta modalidad consiste en la práctica de descubrir un cuerpo enterrado y luego retirar partes del esqueleto, las que son trasladadas y nuevamente enterradas en otro sitio”.

En algunos casos -continúa-, los restos óseos de una o más personas se colocaban juntos y envueltos en textiles, cueros u otros materiales perecederos, denominados ‘paquetes funerarios´”.

Debido al frágil estado de conservación, los entierros secundarios y los paquetes funerarios que suman 11 en total, fueron extraídos dentro de los panes de tierra que los contienen para ser limpiados en el laboratorio, por ello el número de individuos que integran estos paquetes hasta ahora es estimativo”, detalla Luis Tissera.

El vínculo con los muertos

Siempre según el mismo investigador, las prácticas de los pueblos originarios descritas anteriormente “darían cuenta de un vínculo más integral con sus difuntos”.

En la actualidad -comenta Luis Tissera-, la relación entre las personas vivas y aquellas fallecidas se perpetúa sólo en el plano de la memoria afectiva, ya que nos relacionamos con los difuntos a través del recuerdo, las fotografías, objetos personales o visitándolos en el cementerio”.

Tissera establece una comparación en cuanto a las antiguas prácticas funerarias y las de hoy. “El cuerpo de nuestros seres queridos es ocultado, sin tener contacto físico con sus despojos, en cambio, entre estos antiguos pobladores los vínculos también se sostenían a través de la materialidad corporal de los difuntos. Muchas veces los entierros son intervenidos, los huesos se retiran, se mezclan cuidadosamente y se vuelven a enterrar”, explica el especialista.

Los paquetes funerarios encontrados en Cerro Colorado, en su mayoría están integrados por restos óseos de más de una persona, donde se han juntado restos de adultos y de niños, tal vez reunidos de acuerdo a relaciones de parentesco”, concluye el arqueólogo de la Dirección de Patrimonio Cultural.

Estudios de bioarqueología

Una de las líneas de investigación abiertas para estudiar restos humanos en contextos arqueológicos es la bioarqueología, disciplina también conocida como osteoarqueología. El licenciado Iván Díaz así lo explica: “El estudio de los huesos humanos puede arrojar información muy importante. En general como los huesos y dientes son resistentes al paso del tiempo, conservan evidencia del último momento de vida de una persona. Entonces, es posible estimar la edad, el sexo y la estatura, también podemos ver ciertas patologías y lesiones que puede haber sufrido la persona”.

Por medio del estudio de restos óseos de un grupo o población, agrega Díaz, “podemos ver y estimar las afinidades biológicas y patrones culturales, es decir costumbres y estilos de vida de ese grupo y como están emparentados entre sí”.

El análisis químico de las muestras permite a los científicos saber qué comían y dónde nacieron y se criaron esas personas. “Esto nos sirve para ver si las personas vivieron en una región y luego se mudaron a otra y/o si comían plantas y animales locales o de otras regiones”, comenta.