La colección de estampillas en tiempos del e-mail

Contar una historia es un acto tan creativo y diverso como la historia misma. Un verdadero acto de imaginación: la posibilidad de abrir un mundo de formas y caminos que conduzcan a ese relato que buscamos iluminar.

Contar la historia, entonces, exige pensar desde dónde mirarla, transformando a cualquier narración en un punto de expresión en el que los hechos se tamizan ante el enfoque de la mirada.

Justo ahí, en la intersección entre la historia y sus mil formas de contarla, la filatelia encuentra su lugar preciado, aquel que la ha visto reconstruirla desde los más variados y exóticos recursos, tratando de aportar sus propias pinceladas al devenir del discurso histórico.

Etimología de Filatelia

Nombrada por muchos como la ciencia auxiliar de la historia, la disciplina filatélica se define como la afición por coleccionar y clasificar sellos, sobres y demás documentos postales. Así, la Federación Internacional de Filatelia afirma que todo material para coleccionarlo tiene que ser emitido por un correo postal oficial que esté afiliado a la Unión Postal Universal.

De este modo, los coleccionistas filatélicos buscan reconstruir mediante los sellos parte de la historia nacional y regional a partir de figuras de personajes ilustres, monumentos, acontecimientos históricos, como así también las características naturales propias de un determinado lugar.

El paso del tiempo dejó sus huellas en las impresiones postales que son, o que fueron tal vez, marca insignia del pulso y el ritmo de las sociedades. Conforme fue popularizándose el uso del sello postal, fue constituyéndose como un auténtico canal de expresión y comunicación por medio del cual la historia y la cultura se mostraban a sí mismas y a la identidad que las constituía.

Alejandro Tortosa es miembro del Centro Filatélico Mediterráneo de Córdoba. Comenzó a coleccionar sellos a los 10 años cuando, cuenta, le regalaron un sobre de la India. Desde ese día, la relación entre él y la Filatelia fue un camino de ida. Para él, esta actividad se constituye como “una gran puerta a la cultura”, permitiendo acercarse al conocimientos de la historia y de los lugares de una forma singular.

“La filatelia es una herramienta para la historia”, explica Alejandro, y agrega: “No es un libro de historia ilustrado con estampillas; es una colección de estampillas con pequeños comentarios históricos”.

Bajo ese precepto, la colección que él trabaja busca aproximarse al conocimiento de la independencia de Argentina, desde los pueblos originarios y la cultura precolombina, pasando por la llegada del español, hasta el surgimiento del argentino como culturalmente hoy se lo conoce.

“En 1890 el correo postal era más veloz que en la actualidad”

Con esta frase ilustra, el coleccionista Juan Martín D’agostino, la importancia que el correo postal tenía en las comunicaciones de aquella época; un sistema que mediaba las conexiones entre diferentes territorios y que, en esa mediación, regalaba retazos de cultura en cada estampilla postal.

Oriundo de Buenos Aires, la mayor parte del día se dedica a la ingeniería química, salvo, claro está, la hora diaria que lo encuentra buceando en el mundo de los estampillas, las postales y la Filatelia.

Su obra fue galardonada con la medalla de oro en la Exposición mundial que se realizó en mayo de este año en Nueva York; propone un recorrido por las estampillas emitidas en Argentina en el período comprendido entre 1892 y 1899. “En ese momento -explica- se le ponía una estampilla por cada lugar por el que pasaba la carta. Por ejemplo, una carta que iba a Guatemala pasaba por Río de Janeiro, Saint Thomas, hasta llegar a Guatemala. Entonces uno puede conocer la ruta por la que pasa y acceder a una parte de la cultura de cada lugar”.

Entre las reliquias de su colección puede encontrarse, por caso, la carta con el franqueo más grande de Argentina o la única serie de estampillas con error en la impresión de color en la historia postal nacional.

Carta con el franqueo más grande del correo postal argentino

De las estampillas a las fotos de perfil

En tiempos del e-mail, no es menor el desafío que enfrenta la filatelia: cómo reconstruir su objeto en una cultura en donde el papel cede el paso, casi completamente, a las comunicaciones virtuales.

Las estampillas, que hablaban antes de los lugares de procedencia, de su historia y su cultura, dejan su dominio a las fotos y la información del perfil en las tantas plataformas y redes sociales que conectan con sólo un click los más lejanos puntos del planeta.

Ante esto, la preocupación es evidente: dónde encontrar las huellas del tiempo, a dónde inmortalizar los momentos que eran propios, antes, de un sistema de comunicación en vías de extinción.

Para D’agostino, el futuro deberá anclarse al pasado y encontrar allí la clave para la continuidad: “La Filatelia se irá asemejando, por un lado, a la posibilidad de atesorar joyas históricas; por el otro, al propio estudio de la historia”.

De esta manera, el hecho de conceptualizar la Filatelia como método de indagación sobre el presente encuentra más limitaciones que posibilidades, sobre todo a partir de un universo abrumadoramente más digital que palpable y más simbólico que concreto.

Sin embargo, el pasado sigue estando allí, latente como campo de inagotables fuentes de búsqueda, no sólo por la infinita consecución de sucesos por conocer, sino -fundamentalmente- por la necesaria vuelta a la historia de lo que pasó en búsqueda de nuevos sentidos, nuevas miradas y nuevas formas de pensarnos como civilización y como cultura.


Hasta el sábado 27 se realizó la Exposición y el Congreso Internacional de Filatelia en el Centro Cultural Córdoba. Contó con la participación de 200 coleccionistas de Argentina, América Latina y España.