Los desafíos del rol adulto

El ejercicio del rol adulto puede favorecer o inhibir situaciones de violencia. Existen actitudes o maneras de asumir ese rol que no contribuyen a la construcción de la autoridad adulta y van en su detrimento.

Construir la autoridad implica la asimetría. De lo que se trata es de reconocer la diferencia de los lugares y las funciones. Implica recuperar también el lugar de la palabra, tanto si se habla como si se calla. Supone entender que lo que  se dice y se hace tiene consecuencias. Cuando no se puede decir que no, cuando se da todo lo que se pide, incluso antes de que se pida, pareciera que no hay nada para desear. Autorizar es también habilitar, pero es el No el que habilita el Sí. El No sobre el fondo del Sí que instala un compás de espera que posibilita la construcción del deseo.

La aceptación de un límite supone una capacidad para tolerar la frustración que significa postergar el deseo, o bien desplazarlo para buscar una satisfacción socialmente aceptada, permitida. Tal capacidad para tolerar la frustración constituye la base para aceptar la realidad cotidiana a la que todos nos enfrentamos desde pequeños.

Construir la autoridad implica necesariamente la puesta de límites claros desde donde se protege, se cuida y se pauta la vida en comunidad.

Cada vez que como adultos nos desentendemos o nos negamos a poner límites, nos corremos del “lugar adulto” dejando en el desamparo a las generaciones que necesitan pautas claras que regulen y preserven la vida social, ese espacio común a todos.

Existen adultos que abusan del “poder” que les otorga su lugar frente a los niños, esto sucede cuando no se entiende el poder como una responsabilidad.

Cuando el niño y el adolescente descubren que hay un adulto que puede ayudarlos a contener sus impulsos y no los deja librados a sus emociones de enojo, que puede tener como consecuencias la agresión y daño a otro, se sienten aliviados.

Este es el desafío que enfrentamos, no solo desde rol docente sino en nuestro rol adulto.

Para esto es fundamental la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, lo que restituye el valor de la palabra y posibilita la confianza en los otros.  Sostener la norma o el límite y no variarlos según la ocasión.

(*) Coordinadora del Programa de Convivencia Escolar del ministerio de Educación de la Provincia.