La naturaleza, el “hogar” de los animales silvestres

“Tal vez por falta de contacto con la naturaleza, la gente quiere ver la ‘naturaleza en su casa’. Entonces lleva un animal silvestre y lo adopta como mascota”, explica el director de Fauna Conrado Rosacher, en referencia a los dos sorprendentes hallazgos de serpientes ocurridos con pocas horas de diferencia en las ciudades de Córdoba y Huinca Renancó.

En la capital provincial, el jueves a la noche efectivos de la Patrulla Ambiental atraparon una lampalagua en barrio Tablada Park de la ciudad de Córdoba, que habría escapado de alguna vivienda cercana. Mientras que en la localidad del sur provincial, personal de Ambiente y Agricultura constató en una vivienda cinco ejemplares de víbora pitón.

Esto ocurre apenas una semanas después del insólito hallazgo de dos pumas cachorros que permanecían en un departamento de Nueva Córdoba. Independientemente de las motivaciones que llevan a intentar domesticar un animal silvestre, existen al menos cuatro razones básicas para no hacerlo: las prohibiciones legales, el impacto medioambiental, el sufrimiento de los propios animales que han sido sacados de sus hábitat y riesgos ciertos para las personas.

“Hay normativa que no permite tener animales silvestres en domicilios particulares, como el decreto provincial 1751/11 contra el mascotismo, que prohíbe el tránsito y la tenencia de animales silvestres en domicilios particulares”, explica Rosacher.

La regulación apunta a evitar tanto el tráfico ilegal de animales, como las prácticas esporádicas de apresamiento de especies silvestres, que provocan un impacto medioambiental grave.

El lugar ideal para un animal silvestre es el hábitat natural, que no puede ser reemplazado por un entorno doméstico por más cuidados que reciba de sus «dueños». Ese daño se agrava cuando se trata de ejemplares al borde de la extensión.

“La mayoría de las veces, para tener un mono o un loro, se mata a la madre”, ejemplifica el funcionario, lo que se suma a que muchos animales mueren una vez que fueron capturados, con lo cual las pérdidas en la fauna natural pueden ser graves.

En el proceso de transporte y venta muere hasta el 80 % de los animales apresados. Esto significa que por cada animal que llegue llega vivo al mercado, cinco han muerto, según datos de la Secretaría de Ambiente de la Nación.

En cuanto a los riesgos para el hombre, las especies silvestres pueden transmitir enfermedades, entre las que se cuentan diversas zoonosis, ya que en estos casos no hay ningún tipo de control sanitario.

Otra amenaza latente son los accidentes y los ataques a las personas, sobre todo a los niños, ya que por más que estos animales convivan con la gente no pierden su instinto natural. 

Tal es el caso de los pumas que son llevados de cachorros , pero que “una vez que crecen la gente se quiere desprender de ellos. En este momento hay una infinidad de pumas en centros de derivación que no se pueden liberar en ambiente naturales, ya que no tienen la capacidad de cazar; en esas condiciones no es aconsejable liberarlos porque han perdido al miedo al hombre, lo que podría hacer que se acerquen a las viviendas para capturar especies domesticas o provocar un accidente con niños o adultos”

Esto debe ser un llamado de atención, sostiene. Es que más allá de las normas vigentes, “tenemos que apelar –continúa- a una cuestión de conciencia y educación, de niños y adultos. Está bien contemplar a los animales en su entorno natural, para conocerlos y apreciarlos, pero de ningún modo hay que buscar domesticarlos o llevarlos a los hogares”.