De qué hablamos cuando hablamos de violencia intrafamiliar

Durante 2011, la Dirección de Violencia Familiar dependiente del Ministerio de Desarrollo Social de Córdoba, realizó 2.054 entrevistas al cabo de las cuales constató 1.400 casos de violencia doméstica. El 99 por ciento de estos casos incluía violencia psicológica y el 68, 9, violencia de tipo física.

Entre las víctimas, el 8,8 por ciento eran adultos mayores. El 14,5, niños y adolescentes. El 10,2 por ciento, padres y/o madres con conductas violentas hacia sus hijos, mientras que el 8,8 estaba conformado por hijos que agredieron a sus padres.

Dicho recorte concluyó que un 5,2 por ciento de personas con discapacidad fueron víctimas de la violencia de puertas adentro. Paralelamente, en 65 de cada 100 casos se trató de violencia conyugal, y el 6,9 por ciento de los casos fueron agresiones entre ex cónyuges.

Por último, las entrevistas mostraron que el 85,2 por ciento de las víctimas constatadas fueron mujeres, en tanto que el 14,8 por ciento restante eran varones. Desde luego, queda fuera de este relevamiento una cantidad indeterminada de víctimas que sufren la violencia en sus hogares y que no acuden a pedir auxilio.

En este marco, y para entender las causas y funcionalidades del fenómeno, entrevistamos a la María Teresa Puga, directora general de Inclusión Sanitaria del Ministerio de Salud de Córdoba y especialista en estas temáticas de actualidad.

¿A qué llamamos violencia intrafamiliar?

Se la conceptualiza como todo aquel acto que implica violencia física, verbal o psicológica del cual participan componentes de una misma familia.

Estas formas nocivas de relacionarse inciden en los niños de la casa. ¿Se puede medir su impacto en ellos? ¿Cómo los afectan?

Los primeros vínculos que esos niños ven y a partir de los cuales van construyendo su personalidad son de violencia, de desamor, de indiferencia, conductas que van incorporando como naturales y que seguramente van a adoptar cuando sean adultos.

Exactamente opuesto es el caso cuando un niño se cría y crece dentro de ámbitos amorosos, con una buena contención y vínculos que podríamos llamar saludables, que hacen a una personalidad segura, afectuosa. Ese primer modelo lo volverá a repetir cuando sea grande, porque es lo que él contactó por primera vez al nacer, al haberse criado dentro de ese círculo amoroso. Está absolutamente comprobado que todo niño que nace en un círculo de violencia es un repetidor, por acción u omisión, de esa violencia que se ejerció sobre él. Esos vínculos marcan la manera de relacionarnos.

Cuando una niña crece en un vínculo de violencia paterna, esa niña será un modelo sumiso para la sociedad. Y seguramente buscará un hombre de carácter fuerte al que someterse, porque concibe de esa forma al género masculino. Por su parte, el niño varón será una persona que resuelva todos los conflictos, incluidos los de la pareja, a través de la violencia.

¿Cuál es la proporción de la violencia intrafamiliar por género?

Las cifras son muy elocuentes acerca del predominio de la violencia ejercida por varones. El 80 por ciento de la violencia intrafamiliar la ejercen los hombres. El resto está repartido entre menores, mujeres y demás integrantes del grupo familiar.

¿Cuáles son a su juicio las causas de esa incidencia?

Estimo que se relacionan, en su origen, con la cultura patriarcal basada en el poder y la fuerza masculinos, que nació en Occidente y se caracterizó por otorgar todo el poder al varón, subsumiendo a la mujer en el rol de reproductora de hijos, con muy poco acceso a la cultura y muy poco peso en lo público salvo excepciones; es decir, como objetos. Y estas formas sociales se reflejaron en las leyes. Las mujeres no usaban su apellido, eran tratadas como menores de edad o discapacitadas; no heredaban en forma directa sino que al morir sus padres los bienes quedaban bajo la custodia de su hermano mayor o del marido que les imponían como compañero. Y hasta el año 1952 no votaban en nuestro país. La mujer cargó con todo el peso del hogar y fue apartada de todo beneficio en el ámbito público.

De todos modos, la violencia no es privativa del hombre.

Por supuesto que no. También la mujer participa muchas veces, sobre todo con relación a sus hijos. Es otra cara de la cultura patriarcal, la que a través de la fuerza desata esa otra violencia intrafamiliar.

¿Todos los actores sociales son capaces de ejercer violencia?

Cuando una persona es violenta, indiferentemente de su sexo, ejerce esa violencia en el trabajo o en su casa: es un jefe violento, es un marido o una esposa violentos, es un padre o una madre violentos. Es difícil encontrar personas que solo sean violentas en su ámbito familiar.

Otro concepto que es importante destacar es que la violencia no respeta sectores sociales: se ejerce en todos los ámbitos con la misma fuerza. Suele asociarse a la violencia con la pobreza o situaciones de vulnerabilidad social, pero las personas que denuncian pertenecen a todos los sectores.

Las denuncias provienen también de actores vulnerables, como adultos mayores o discapacitados.

El problema es que los adultos mayores denuncian poco. Generalmente es un tipo de violencia que ejercen los hijos hacia los padres: desde sacarle el dinero de sus jubilaciones o descalificarlos permanentemente, hasta situaciones muy crueles, como dejarlos abandonados en geriátricos donde los sobremedican para que no den trabajo, o no los van a visitar o a buscar más. Es cierto que esos adultos están en un período de declinación, pero las circunstancias de acompañamiento son semejantes a las de nuestra infancia, cuando fueron ellos quienes nos cambiaron los pañales y nos enseñaron las primeras letras; también tuvimos un período de mucha vulnerabilidad y dependencia y ellos nos quisieron y nos criaron con todo su amor.

En cuanto a las personas con discapacidad, ha habido una evolución muy grande en estos últimos años. Antes, la discapacidad era invisibilizada: la gente no andaba por la calle con un familiar con algún problema de tipo físico, era algo de lo cual “no había que hablar”. Esa invisibilidad era la primera violencia a la que eran sometidos por su familia. De todos modos, en la actualidad persisten denuncias recibidas por personas que presentan algún tipo de discapacidad y sufren formas de violencia intrafamiliar.