Se fue un grande

Alfredo Alcon murió esta mañana en su casa, en la ciudad de Buenos Aires, después de luchar contra una larga enfermedad. Reconocido por sus pares como un gran «maestro», tenía 84 años y seguía preocupándose porque sus papeles salgan bien.

Su primer gran protagónico fue en cine, en 1955, junto a Mirtha Legrand, por entonces la gran heroína de la pantalla grande, en «El amor nunca muere», dirigido por Luis César Amadori. La pareja fue un éxito y lo volvieron a convocar para acompañar a «Chiquita» al año siguiente en «La pícara soñadora», dirigida por Ernesto Arancibia.

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A continuación vendría otra pareja que marcó historia: Leopoldo Torre Nilsson. Junto a este director, el trabajo de Alcón alcanzó su máximo crecimiento. «Un guapo del 900», «Martín Fierro», en 1968; «El santo de la espada», dos años más tarde y en 1971, «Güemes, la tierra en armas», a la que siguió «La Mafia, en 1972 y después, «Los siete locos», «Boquitas pintadas» y «El pibe Cabeza».

En su repertorio sumó 46 obras de teatro, 50 películas y otras tantas participaciones en televisión. Fue sin dudas, el gran primer actor argentino. La última obra que dirigió y protagonizó fue «Final de Partida», de Samuel Beckett, junto a Joaquín Furriel, en 2013.

Había nacido el 3 de marzo de 1930 en Ciudadela, provincia de Buenos Aires, en el seno de una familia bien española: Cantando nanas aprendió a hablar el español con acento bien ibérico y eso le permitió desempeñarse en los escenarios de la madre patria con total soltura, donde fue aclamado en cada una de la decena de obras que lo llevaron a cruzar el Atlántico a lo largo de su vida.

Aunque le molestaba el calificativo, Alcón fue ante todo un «maestro» del teatro. «Yo no oigo cuando me dicen maestro. Contesto, «sí, maestro», y me río. El que encuentra rápido es porque busca poco: cuando empiezo a trabajar, estoy tan inseguro, que me sobran los brazos», decía sobre su trabajo aunque al resto de los mortales le pareciera increíble que justamente él pudiera tener alguna inseguridad.

Intérprete inigualable de los textos de Ibsen, Lorca, Arthur Miller, John Osborne, Engene O’Neill, Edward Albee, Tennessee Williams, Samuel Beckett, Marlowe, fue dirigido por nombres históricos como los de Margarita Xirgu, Carlos Gandolfo y Omar Grasso, aunque también se animó a dirigir con igual éxito: Los caminos de Federico, Bocca-Alcón, Homenaje Ibsen, ¡Shakespeare todavía! y Final de partida provienen de esta etapa más propositiva de su carrera.

Dos veces obtuvo el premio Martin Fierro y otras tantas el Cóndor de Plata y el Estrella de Mar de Oro; recibió el ACE de Oro, el María Guerrero, el Ollantay, el gran premio de honor de la Fundación Konex, el García Lorca y distinciones especiales en festivales realizados en Colombia y en España.