La música en Córdoba en tiempos de los jesuitas

El notable sacerdote e historiador Padre Pedro Grenón, atribuye al impulso del jesuita Luis Berger la práctica musical metódica en esta parte de los dominios españoles en América del Sur.

De origen francés, el hermano Berger nació en 1588 e ingresó a la Orden de la Compañía de Jesús cuando tenía 25 años de edad. Poco después, emprendió viaje a “Las Indias”, y en 1617 se estableció en aquella aldea que Jerónimo Luis de Cabrera bautizó, el 6 de julio de 1573, como Córdoba de la Nueva Andalucía. El padre Luis Berger estuvo en las reducciones del Paraguay, Chile, y llegó a Buenos Aires, donde murió a los 53 años de edad.

En el libro “La cultural musical cordobesa”, Reafael Moyano López da cuenta de la influencia de un grupo de religiosos respecto a la educación sobre nociones musicales. Participaban de la tarea del hermano Berger, los padres Vaseo, Antonio Sepp, Juan Mezner, Martín Drobizhoffer y Domingo Zipoli, reconocida personalidad influyente en la música de Córdoba, quien residió un tiempo en estos territorios y murió el 2 de enero de 1726, en la Estancia Jesuítica de Santa Catalina, Córdoba.

Por su lado, el jesuita Padre Alonso Barzana, destacado estudioso de las lenguas nativas, contaba en una carta al Provincial Juan Sebastián que “mucha gente de Córdoba es dada a cantar y bailar”. Relataba además que “después de haber trabajado y caminado todo el día, bailan y cantan en coros, la mayor parte de la noche», según Nuestra primera música instrumental, escrita por Pedro Grenón.

A propósito del interés de estos misioneros por aprender las lenguas nativas, el jesuita boliviano Javier Baptista Morales, comenta: “los padres Alonso Barzana y Pedro de Añasco, además del quechua, que también se hablaba en esas regiones, aprendieron el chiriguano, abipón, tonocoté, toba y kakana, lenguas en las que hicieron apuntes de gramática y catecismo; la gramática toba del P. Barzana fue publicada en Buenos Aires (1893 y 1896)”.

La cultura musical que introdujeron los jesuitas alcanzó un notable desarrollo, prueba de ellos es la variedad de instrumentos utilizados en orquestas y conjuntos formados por nativos de esta región. Rafael Moyano López enumera: violín, violón, harpa, el laúd, la guitarra, el clavicordio, el órgano, la trompeta y el fagot, entre otros instrumentos, eran ejecutados con destreza por los nativos.

Algunos de estos eran fabricados en talleres que seguramente se encontraban en las estancias jesuíticas, auténticas factorías de oficios, además de establecimientos agrícolas y ganaderos.

“El Padre Grenón recuerda que tales ejecuciones se asemejaban por su calidad y corrección a las que se escuchaba en las iglesias de Europa”, concluye el autor de La cultura musical cordobeses».