Festival de Teatro: La obra de Canadá ruge los sentimientos

La obra: “Los ruidos de los huesos que crujen” de Canadá que se presentó ayer en ciudad de las Artes y que estará esta tarde a las 18.30, nos instala un tema que no es propio directamente pero recuerda a la crueldad humana y más imperdonable aún, cuando se trata de violencia y humillación realizada hacia los niños.

La dramaturga Suzanne Lebeau se inspiró en un documental sobre cinco países que reclutaban niños y jóvenes para que participen en la guerra. “Había de Uganda, Sierra Leona, Colombia…”, cuenta con lágrimas en los ojos tras ver la función.

Para la autora escribir la obra significó, en alguna medida, un alivio. “Quedé muy perturbada luego de ver el documental, no podía hacer nada con las imágenes que me habían quedado, pero trabajé dos años investigando y conocí dos chicos que volvieron a la vida civil después de cinco años de haber participado en la guerra de la República del Congo, con ellos me decidí contar la historia”. Esos jóvenes, “me convencieron que existe la posibilidad de la rescilencia”, dice Lebeau.

La obra: “Los ruidos de los huesos que crujen” se trata de niños y niñas que a los seis, ocho y diez años de edad son obligados a servir sexualmente, a matar, a vivir con hambre y miedo. Despojados de la dignidad, los menores viven el horror de la violencia, enfrentados a un mundo lejano a los sueños de la infancia y a la promesa de un futuro halagüeño.

La dramaturga exhibe una realidad trágica, síntoma del estado del alma de la humanidad toda. Rechaza la complacencia, la lástima y el sentimentalismo. Mantiene la sobriedad en el estilo de su escritura y renuncia al escape melodramático, potenciando la eficacia expresiva de su teatro.

«El ruido de los huesos que crujen» cuenta la historia de Elikia, una niña de 13 años, quien huye de un campamento rebelde junto con Joseph, de ocho años de edad. Los niños se adentran en la selva, en la que sobreviven a la espera de arribar a lugar seguro.

La obra, llevada a escena por la Compañía Nacional de Teatro, con la dirección de Gervais Gaudreault, y las actuaciones de Luisa Huertas (Angelina), Ana Ligia García/Diana Sedano (Elikia) y David Calderón (Joseph), hace comparecer a los espectadores, quienes se convierten en la figuración de la conciencia interpelada de la humanidad.

El montaje establece un diálogo entre dos atmósferas: una realista y la otra evocativa. En la primera, la enfermera Angelina comparece ante una comisión investigadora que no parece conmoverse con la historia de la niña Elikia, secuestrada, violada y reclutada como carne de cañón para la guerra. En la segunda, la directora recurre a las sombras y a una pantalla en la que se proyectan imágenes de la selva y detrás de la cual los actores accionan la memoria.

La puesta en escena, dirigida a espectadores de más de 14 años de edad, refleja la coherencia de la dramaturga canadiense en el devenir de su desarrollo como autora de un tipo de teatro que apela a la conciencia de los espectadores para generar una complicidad en relación con el punto de vista del mundo nunca rosa, jamás complaciente y siempre crítico de la dramaturga.

La obra fue presentada a diferentes públicos de gente grande , a niños y   mixtos, La autora dice que para los más chicos es interesante y les da esperanza, en cambio a la gente grande les resulta una historia horrible y espantosa: Lebeau, explica: “ los niños se identifican con los chicos que estaban cortando la cadena de la violencia, están en el camino de cambiar ese mundo tan imperfecto y en donde encuentran un adulto (la enfermera) que los acoge, que los trata como se debe a los niños. “Es un mensaje esperanzador”, concluye la escritora. Los adultos se ven reflejados en esa comisión que no resuelve nada, absolutamente ineficaz, dice la dramaturga, por lo tanto la gente mayor siente culpa e impotencia.

«El ruido de los huesos que crujen» nos ofrece una muestra de un teatro inquietante, cuestionador y, a pesar de la crueldad de lo expuesto, en algún sentido esperanzador sobre el destino de la humanidad.