Bruno Gelber: “El talento no se reparte democráticamente”

El pianista argentino Bruno Gelber que vivió más tiempo afuera que adentro de nuestro país, reconoce que Dios no ha sido democrático a la hora de repartir los talentos. Se considera ciudadano del mundo y dice que tiene amigos en todas partes. “Pago cuentas altísimas de teléfono”, dice. Tres veces a la semana se comunica con amigos de París, Tolouse  y Alemania.

No se puso nervioso una sola vez en la vida antes de un concierto, y eso sucedió cuando tenía 5 años en Quilmes. Después en las cinco mil funciones que interpretó a diversos compositores en casi todo el mundo, no tuvo esa sensación de tranquilidad que experimentó cuando era muy chico. “Es el tributo que todos pagamos por la celebridad, es el terror a la nota falsa, es un problema personal, que el público raramente se da cuenta», comenta.

Esta noche, a las 21.30, estará en el Teatro Libertador San Martín junto a la Orquesta Sinfónica de Córdoba, esta vez, dirigida por Guillermo Becerra. El programa anuncia en la primera parte, Obertura de la ópera Der Freischütz (El Cazador Furtivo), Op. 77 de Carl Maria von Weber, y Muerte y transfiguración, Op. 24 de Richard Strauss. En la segunda parte: el Concierto para piano en La menor, Op. 16 de Edward Grieg.

Se crió en un ambiente musical, sus padres músicos, ella pianista y él violinista. La casa parecía un conservatorio, en cada habitación sonaba una música distinta.

El convive con el reconocimiento desde que tiene memoria. «Yo siempre viví en el elogio, guardarse lúcido es díficil», añade. El talento le vino de arriba y al trabajo lo sumó desde que tenía dos años cuando repetía con dos dedos lo que escuchaba a los alumnos de su madre. Dice que no tiene cábalas, sí algunas mañas antes de cada concierto: «Cuando entro a la función siempre lo hago con el pie derecho, recorro los mismos sitios cada vez que regreso a algún lugar y nunca dejo que se me acerque gente negativa», reconoce.

Estudió con el maestro Vicente Scaramuzza con quien hizo un concierto para piano nº 3 de Beethoven a los 10 años. A los 14 debutó en el Teatro Colón con la obra para piano de Robert Shumann y para él fue un desafío ya que era la primera vez que usaría pantalones largos.

Continuó sus estudios de piano en París a partir de los diecinueve años con la pedagoga Marguerithe Long para la que fue, en sus propias palabras, el último pero el mejor de sus alumnos-, gracias a una beca del gobierno francés. Vivió en la capital francesa hasta finales de los años ochenta, cuando se trasladó a Mónaco.

Su predisposición para los conciertos es siempre la misma, no importa si es Salzburgo, Lucerna, Berlín o Bell Ville. «Yo acerco lo que interpreto de los compositores, no me adapto al lugar que toco, traigo la gente hacia mi».

Estudia de noche y para él todas las obras tienen su complicación, en la cabeza dura unos días el repertorio de un concierto, luego «hay que bajarlo a las manos», explica cuando le preguntan si tiene que seguir estudiando. Reconoce que tiene talento y que está acostumbrado a ser el centro de la reunión desde muy chico, sobre todo, cuando estuvo afectado por la poliomelitis que lo dejó en cama un largo tiempo. Recuerda que siempre que llegaban las visitas , él tocaba y si alguien no lo escuchaba, lo interpelaba preguntándole si no lo había oído.

Bruno Gelber dice que si tuviera que elegir de nuevo como vivir haría el mismo camino.»No hay placer igual que el sentirse el medio de paso de la inspiración divina del compositor genial», dice.

La cita es esta noche, a las 21.30  y las entradas se pueden comprar en boletería del teatro: platea 390, cazuela 300, tertulia 250 y paraíso 170 pesos.