Construyendo hábitos; talleres en la cárcel de Bouwer

Aprender un oficio y generar hábitos como parte del tratamiento penitenciario son los ejes de la laborterapia, a la que se suman los presos que, tras cumplir con determinados requisitos, ingresan a los talleres como los que funcionan en el Módulo 2 del Establecimiento Penitenciario de Bouwer. En dos turnos, los internos aprenden y desarrollan tareas de carpintería, herrería, tapicería o imprenta, entre otras.

Una parte importante de lo que producen es destinado al abastecimiento del Servicio Penitenciario de la Provincia y también hay productos que son exhibidos para la venta al público, en calle Balcarce 216 (lo recaudado de estas ventas va a un fondo permanente, usado para cubrir gastos de los propios talleres). Además, los talleres también dan servicios, convenios mediante, a otras instituciones del Gobierno provincial. Por caso, en estos días, en el taller de carpintería se están restaurando añosos escritorios de Tribunales, mientras que en herrería están reparando camas de la Maternidad.

En el caso de la imprenta, toda la producción está destinada a abastecer la papelería oficial del Servicio Penitenciario, pero también se trabaja en convenio con la Biblioteca Córdoba, en la restauración de algunos de sus libros, para prolongar su vida en manos de los lectores.

Entre el aprendizaje, la generación de hábitos y la adquisición de un oficio, los internos fabrican, componen, restauran y hasta reciclan objetos bajo la supervisión de los maestros, empleados del Servicio que ejercen la docencia y también la coordinación de las labores, en función de jefes.

¡Se imprime!

Con máquinas y elementos que son una reliquia de  valor histórico, la imprenta produce toda la papelería que necesita el Servicio Penitenciario: desde las hojas donde se toman las impresiones digitales de los reclusos al llegar, hasta los gruesos libros donde se anotan las novedades de cada día. «Son documentos públicos y tienen que estar perfectos en su foliado; no pueden tener errores», indica Matías Ceballos, el encargado del sector.

Casi centenarias, hay allí dos imprentas que trabajan con el sistema de tipografías y matrices de plomo, que se guardan en una cajonera enorme, donde cada cajón detalla el tipo y el tamaño de las letras. «Deben tener unos 90 años», calculan los muchachos mientras organizan formularios que van por triplicado. Más moderna que las de plomo, la impresora offset es operada por Jorge López, el maestro que detalla «es una Multiset 1450 doble oficio», comenta de su máquina que imprime sólo en negro y tira 3.000 impresiones por hora. De esa máquina salen las hojas que luego irán pasando por distintos procesos, hasta concluir en el encuadernado con las tapas.

«Es un trabajo en serio»

León tiene 50 años, trabaja en la imprenta, a la que se sumó sabiendo muy poco del oficio pero con «unas tremendas ganas de aprender», recuerda mientras hace un alto en su trabajo. Su tarea es la de encuadernar los libros al final del proceso, darles la terminación.

Futbolero hincha de Talleres, al que ve entrando en la Copa Sudamericana este año, tiene la esperanza de ya estar libre para cuando se juegue el Mundial de Rusia. La final del Mundial pasado la vio en la Penitenciaría y recuerda que tras la derrota de la Argentina «fue un velorio» entre los internos. También se ilusiona con alcanzar pronto el título de licenciado en Historia de la Universidad Nacional de Córdoba.

«Me faltan sólo cinco materias», avisa. ¿Cómo es el cursado? le preguntamos. «Vienen los profes, pero no es como el sistema de afuera, acá es un sistema de tutorías, te dan algunas clases y los apuntes, y después vienen a tomarnos examen», detalla. «Para mí ha sido una experiencia, ni me imaginaba que iba a hacer una carrera universitaria acá», se entusiasma.

-¿Era un trabajo que conocía antes?

No. Antes de venir acá, no. Aunque ya de afuera quería saber algo de la imprenta.

-Y había que aprender.

Claro, vine a buscar trabajo y me encontré con el maestro Villalba. Y él me dijo ‘¿sabés algo de la imprenta?’; no, pero vengo con unas tremendas ganas de aprender, le dije. Él me dijo ‘ése ya es motivo suficiente, este es tu lugar’. A partir de ahí me empezó a enseñar las máquinas y qué funciones tenía cada una. Con el deseo de aprender, todo se hace más fácil.

-¿Hace cuánto, ya?

Dos años, ya. Y en todo ese período he ido aprendiendo cosas; a restaurar libros, a hacer los libros que se usan acá, todos los papeles que se usan en el Servicio Penitenciario.

-¿Cuál es la tarea específica suya?

Es hacer todos los libros, encuadernarlos, hacerles las tapas.

-El terminado.

Sí, yo tengo que mirar que estén bien. Algunos libros tienen numeración hasta el 200 y otros hasta el 400 y yo tengo que ir mirando que esté bien hecho el foliado y que esté bien cosido. Como ya no hay vuelta atrás tengo que revisar que no haya errores y recién entonces tengo que hacerle las tapas.

-Levantarse a la mañana, sabiendo que hay que estar en el taller ¿qué le agrega a uno que tiene que estar acá?

Uno se hace responsable. Genera esa responsabilidad que uno tendrá al irse afuera; siempre digo que el presente forja el futuro, el hoy me marca el futuro de lo que seré afuera. Entonces uno se levanta cada mañana. Es como que uno ya está formateado, hay que levantarse a las 6.30 de la mañana para estar acá a las 7.

-¿Y hay control estricto como en cualquier laburo?

Sí. Hay que marcar, como en la calle. Y cuando uno falta, le descuentan. Por más que sea el monto que sea, el dinero, eso genera una responsabilidad de llegar temprano todos los días. Afuera tampoco vas a andar faltando. Al principio puede costar pero a la larga es de gran ayuda porque te hace pensar para cuando estés afuera: tener que marcar tarjeta, tener que hacer las cosas correctamente porque si no perjudica a los compañeros. Es un trabajo en serio.

-¿Internamente se siente un trabajador?

-Sí. Y también es cómo se forma uno para el futuro.

-¿Y qué le representa eso?

Sentirse útil. Hay quién dice que eso de estar desocupado es el taller del Diablo; mientras más ocupa usted la mente haciendo algo es más provechoso. Y afuera es lo mismo para las personas que no trabajan.