Una respuesta del Estado para la prevención del suicidio

Decenas de mitos rodean al suicidio; desde la posibilidad de que quien lo expresa no lleva a cabo la acción hasta la especulación de que sea una conducta que se pueda heredar. Lo verdadero y en lo que hay que poner énfasis es que el suicidio constituye un acto trágico e irreversible frente a una situación que podría haber sido transitoria.

Es justamente esa posibilidad de cambiar las circunstancias lo que lo invalida y el perfil que elige destacar Alejandra Rossi, responsable del Programa Provincial de Prevención del Suicidio.

La iniciativa funciona en el ámbito de la Secretaría de Salud Mental dependiente del Ministerio de Salud de la Provincia, con dependencias en la Casa del Joven, ubicada en barrio Juniors y constituye una respuesta desde el Estado a una problemática que históricamente ha tenido efectos devastadores en los grupos donde alguno de sus miembros tomó ese camino. La situación detona preguntas, culpas y cuestionamientos que exigen una mirada profesional y abarcadora para proporcionar contención.

Hay que hablarlo

Desde el propio nombre, el programa destruye el mito que alude a la inevitabilidad del suicidio. Los profesionales que trabajan en él -tres psicólogos, una especialista en comunicación y una psicopedagoga- están seguros de que hay formas eficaces de prevenirlo, una cuestión que lleva a tocar otro tema controvertido: ¿Hay que hablar o no de suicidio?

Alejandra dice que no hay dudas, al tema hay que hablarlo. Y lo importante, de cara a la labor que ellos despliegan, es que “desde hace unos dos años nos llaman para hablar de este tema sin que haya sucedido algo antes. Y es todo un dato, porque era más usual que nos convocaran ante un suicidio de un integrante de una comunidad”.

Desde instituciones o grupos, el modo de pedir la ayuda del Programa es sencillo y directo. Hay que enviarles un mensaje por correo electrónico a prevenciondelsuicidio89@gmail.com. A partir de esa comunicación se inicia un protocolo de acciones que incluye una reunión o capacitación en el lugar.  “El objetivo principal del Programa es generar una red intersectorial, interdisciplinar y comunitaria en cada lugar que visitamos. No se pueden llevar adelante acciones de prevención y promoción de la salud si las acciones no llevan la impronta de lo local. Por ello se trabaja con las fuerzas vivas y con los referentes de esa comunidad. Cuando quien nos convoca es una institución escolar, en primer lugar, hay que pedir el consentimiento de los padres como medida ética y legal para que sepan que se va a hablar sobre esta problemática”, explica Rossi.

Este tipo de encuentros con la comunidad, en los que usualmente se da participación a las fuerzas vivas, a estudiantes y docentes y a público en general, se concretan durante todo el año, en distintas localidades de la provincia. Durante 2018 se realizaron 55 capacitaciones, y en lo que va de 2019, 32.

Es necesario hablar con absoluta claridad. “Si bien nosotros tenemos un acercamiento desde una consigna inespecífica, como por ejemplo cuales son los problemas que tienen los jóvenes en esta comunidad hoy -advierte Alejandra Rossi- necesariamente terminamos hablando de la conducta suicida”.

La disposición a tratar un tema tan doloroso ha ido modificándose con el tiempo. “Hace unos años, cuando empezamos con el Programa, hablar de eso era un poco forzado; ahora el tema del suicidio sale naturalmente de los grupos juveniles como una situación más; entonces vamos de lo inespecífico para llegar a lo específico”, cuenta la especialista.

Consejos

Los responsables del Programa han confeccionado una cartilla con la información elemental, para que cualquier persona acceda a recomendaciones básicas sobre el problema. Algunas de las consignas están orientadas a derribar convicciones que la mayoría de la población tiene sobre el suicidio y que rara vez poseen fundamentos científicos.

Un consejo de oro es “animarse a preguntar”, “no subestimar el problema o la crisis por la que está atravesando la persona”, “tomar con seriedad las manifestaciones sobre querer hacerse daño” y “acompañarla y no dejarla sola”.

El primer punto referido a lo de tratar de indagar cuando uno advierte señales de alarma merece un renglón especial de los expertos. Alejandra es terminante cuando sostiene que “si la persona no pensó en matarse, no le estarás metiendo ideas raras si se lo preguntás; y si, en realidad, se lo ha planteado, quizá esta sea la única ocasión de pedir ayuda”.

En cuanto a la modalidad de trabajo de los equipos del Programa, “la tarea la hacemos curso por curso, en la intimidad del grupo. Operamos sobre la problemática de los jóvenes en general y también medimos riesgo con escalas que están validadas a nivel nacional e indagamos sobre cuáles son los problemas o los sucesos de vida que han estresado al joven en particular”.

Finalmente, Alejandra explica que “si detectamos riesgo, por supuesto que eso se comunica. Y si no advertimos nada inminente, pero vemos que hay jóvenes con problemáticas vitales muy comprometidas, también lo trabajamos. El seguimiento a las comunidades visitadas es permanente, pues creemos que el impacto se da cuando acompañamos en acciones concretas”.