Miradas sobre el Cordobazo

La caída del salario real de hasta el 40%, la supresión de conquistas laborales, la disolución de partidos políticos, la intervención de las universidades y la persecución de líderes gremiales eran moneda corriente en Argentina hacia 1969. El general Juan Carlos Onganía llevaba tres años en el poder y el rechazo social hacia su gobierno se profundizaba con estallidos en distintos puntos del país.

En Córdoba, la eliminación del “sábado inglés” (es decir la media jornada laboral de descanso) dispuesta por la Intervención provincial sumó más motivos para el descontento. El 26 de mayo el movimiento obrero resolvió un paro total de actividades que se concretaría 48 horas después. Los estudiantes adhirieron a la resolución.

El 29 de mayo la tensión en la ciudad era palpable, coinciden las crónicas de la época. Antes de las 11, los sindicatos comenzaron a abandonar las fábricas para movilizarse. Una nutrida columna de los trabajadores metalmecánicos partió de barrio Santa Isabel rumbo hacia el centro de la ciudad; otro grupo de manifestantes encabezados por el sindicato de Luz y Fuerza avanzó por la avenida Colón, y al pasar por barrio Clínicas se le incorporaron miles de estudiantes. Cerca del mediodía, se desató la represión policial, cobrándose una primera víctima: Máximo Mena, obrero del sindicato de mecánicos. Su muerte encendió la ira colectiva y detonó una batalla campal.

Cerca de las 13 se respiraba un clima de guerra civil y en pocos minutos las l50 manzanas que abarcan los barrios Clínicas, Alberdi, Nueva Córdoba, San Martín y Güemes se convirtieron en una zona liberada que las fuerzas del orden provincial ya no podían controlar. Recién bien entrada la noche las tropas del Tercer Cuerpo de Ejercito pudieron tomar el control de la ciudad y dispersaron los focos de la protesta.

Fueron aproximadamente 24 horas que conmovieron al país. La jornada dejó al menos 20 activistas muertos, automóviles volteados, barricadas humeantes en las calles, negocios y comercios destrozados, adoquines y esquirlas tapizando el pavimento, cientos de detenidos entre los cuales estaban algunos líderes de la protesta, como el lucifuercista Agustín Tosco y Elpidio Torres de Smata. Pero visto en perspectiva, el Cordobazo marcó un punto de inflexión en la época precipitando la renuncia del ministro de Economía Adalbert Krieger Vasena y del interventor provincial Carlos Caballero, un año después la del propio Juan Carlos Onganía.

Dos ensayistas, un investigador y un periodista aportan lo suyo para echar luz a ese momento histórico y captar algunas de sus implicancias.


César Tcach: “Obreros y estudiantes pedían ciudadanía” (*)

Si bien el detonante fue la eliminación del “sábado inglés”, para César Tcach hay factores de fondo que explican el Cordobazo.

En primer término,  “hay que analizar las características económico y gremiales que tenía Córdoba. Por entonces era una ciudad – enclave automotriz; el eje de la economía y la vida social pasaba por el impacto de esa industria; así como en los pueblos mineros, cuando se paraba la mina se paraba el pueblo, en Córdoba cuando se paraba la industria automotriz se paraba la ciudad; tenía efectos multiplicadores”, sostiene.

En segundo lugar tiene que ver con la tradición del movimiento estudiantil cordobés alimentada por la Reforma Universitaria de 1918, explica Tcach. Un estudiantado que además estaba concentrado geográficamente en barrio Clínicas, ámbito de socialidad por excelencia junto con el Comedor Universitario.

Esta conjunción de obreros y estudiantes sentaron las condiciones de posibilidad de su unión en torno a un enemigo común. Los obreros no solamente pedían comida sino que también pedían ciudadanía, al igual que los estudiantes, cuya autonomía universitaria había sido liquidada en 1966.

Un tercer factor que contribuye a explicar el Cordobazo reside en las propias características del gobierno provincial y su intento de implementar un proyecto corporativo. Se proponía un modelo que elimine para siempre el Parlamento y los partidos políticos y en su reemplazo impulsar organismos corporativos supuestamente representativos de las fuerzas vivas. En contra de ese orden también estuvieron dirigidas las protestas.

César Tcach es Dr. en Historia, investigador del CONICET y director de la Maestría en Partidos Políticos de la UNC.

Adolfo Sequeira: “No fue tan espontáneo como muchos desean” (*)

“Se trató de un hecho político de profunda significación, pues hirió de muerte a la dictadura de aquel entonces. Estuvo signado por su masividad y no fue tan espontáneo como muchos desean. En realidad estuvo capitaneado por sus gremios más organizados y tradicionales, y en su propio desarrollo fue sumando voluntades.

“Se me ocurre que para una lectura política de su significado y consecuencias es útil poner la vista en dos cuestiones. La primera es que ese ejercicio de interpretación da cuenta, antes que nada, de cómo se tornan cada vez más precarias las lecturas históricas, y bajo ese signo, lo efímero de su registro. La vertiginosidad de los cambios de la época desafía permanentemente las catalogaciones.

“La segunda tal vez eche luz sobre alguno de los motivos posibles de esta dificultad en el caso de que estamos hablando. Aún reafirmando importancia y significación del Cordobazo, no se puede desconocer su gran límite: no haber encontrado un cause para la posterior construcción política. Las opciones que imaginaron sus protagonistas, en el amplio espectro que va de la lucha armada hasta el desarrollo de las instituciones democráticas, pasando por la insurrección y otras formas antisistema, resultaron, para decir lo menos, ineficaces a la hora de otorgar una herramienta política adecuada a la conciencia social de la época. A la par de su rescate histórico como gesta libertaria, cabe recordarla también como generadora de una expectativa con la que no supimos cumplir”.

(*) Ensayista

httpv://www.youtube.com/watch?v=qiHWKHNsY6s

Antonio Oviedo: Los 60´, arte y política en ebullición (*)

Las vanguardias artísticas anticiparon el clima de ruptura que luego ganaría buena parte de la política en 1960, según entiende el escritor y ensayista Antonio Oviedo.

Se trata de una época en plena ebullición, estado que se irradió en el campo cultural, artístico y el activismo político. Oviedo señala manifestaciones en el teatro, el pensamiento y la literatura que dan cuenta de la impronta rupturista de las vanguardias.

“En el plano de la cultura me refiero a manifestaciones dentro de la vanguardia estética de la mano de Jorge Bonino, en relación directa con el teatro, y también con libros que aparecieron previamente al estallido del Cordobazo, lo que de alguna manera está señalando ese horizonte de cambios y mutaciones muy fuertes que se van a expresar en el plano social pero que tuvieron primeras irrupciones en lo literario y lo cultural”, sostiene Oviedo.

Un caso patente de cómo el arte estuvo atravesado por el espíritu de la época es la novela de Raúl Dorra “La Pasión, los trabajos y las horas de Damián”. Publicada apenas unos meses antes del 29 de mayo, la obra es premonitoria. “El personaje Damián, un buen día baja a la ciudad. En el centro se encuentra con una multitud que ha tomado las calles y protagoniza una serie de enfrentamientos con una fuerza que parece la policía. Recorre la ciudad y simultáneamente se producen una serie de vicisitudes que de alguna manera traducen el momento de eclosión social intensa que se vivía”, relata Oviedo. En clave vanguardista, la novela poética “Memoria de una aventura metafísica” de Oscar del Barco, escrita por esa época, es otra muestra del ímpetu vanguardista en el arte, agrega.

(*) Escritor, ensayista, autor de “Una vanguardia intempestivaCórdoba”, publicada en el volumen colectivo “La irrupción de la crítica”, de Noé Jitrik

Juan Carlos Toledo: Cubrir la noticia escribiendo la historia (*)

Para Juan Carlos Toledo el Cordobazo comenzó en 1966 con el plan de lucha lanzado por estudiantes contra el cierre de las universidades dispuesto poco tiempo después del golpe militar que encaramó a Onganía en el gobierno.

Como periodista cubrió las primeras manifestaciones contra el régimen, experiencia que lo marcó profundamente en lo personal y lo profesional. En su memoria se entrecruzan la vivencia íntima con el acontecimiento histórico.

“Los estudiantes comenzaron con actos relámpagos en las distintas esquinas, tras la infausta noticia de la muerte de Santiago Pampillón en septiembre de 1966. Eso me permitió adquirir rápidamente una gimnasia y una forma de cubrir los actos callejeros que se sucedían a diario. Yo entraba en un campo profesional distinto, venía de ser cronista de radio Lv2 y redactor de noticiero, y hacía poco tiempo que había pasado al diario de Los Principios. Ahí tuve que hacer un curso rápido de cómo cubrir hechos históricos”, relata.

“Uno no se daba cuenta de los riesgos que se corrían. Tenías que cuidarte de los  manifestantes que no querían que los fotografíes ni responder preguntas o de la policía, que creía que trabajabas para los manifestantes”.

(*) Periodista, trabajó en La Voz del Interior, Los Principios y LV2, entre otros medios.