Orquesta de Tango: acordes arrabaleros que resuenan desde el Libertador

  • El cuerpo estable del Teatro lleva casi tres décadas en la difusión de uno de los géneros más populares de nuestro país.
  • Son uno de los elencos más demandados en la provincia y debieron readecuar sus presentaciones ante el contexto de pandemia.
  • Su director, Damián Torres, revela los secretos y misterios del instrumento insignia: el bandoneón.

Desde hace poco menos de tres décadas, la tradición del tango vive entre los cordobeses. Es promulgada y difundida por el Gobierno de Córdoba mediante la Orquesta Provincial de Música Ciudadana, uno de los seis cuerpos artísticos estables del Teatro del Libertador San Martín, dependiente de la Agencia Córdoba Cultura.

Con dos discos grabados en su haber y 29 años de vigencia, la Orquesta hoy se adapta a un nuevo contexto para seguir presente, con ensayos con protocolos y presentaciones virtuales.

El debut de la Orquesta Provincial de Música Ciudadana tuvo lugar en el Teatro Real, el 9 de mayo de 1992. Desde ahí, fueron años de permanencia en los escenarios de toda la provincia, en otras localidades del país y también del exterior: viajaron a presentarse en Brasil, Chile, Colombia, Ucrania y Rusia.

Su director, Damián Torres, la define como una orquesta típica “ampliada”, ya que junto a los instrumentos originales (piano, contrabajo, bandoneón, violín, viola y violoncelo) incluye una flauta y una guitarra. Son entre 14 y 15 músicos en escena. Cuenta, además, con dos intérpretes vocales: Mery Murúa y Gustavo Visentín; y una pareja de baile que forman Rosalía Álvarez y Walter Vergara.

Torres tomó la batuta hace 11 años, cuando pasó de ser uno de los bandoneonistas del Cuerpo a dirigirlo artísticamente. El compositor, arreglador y músico de oficio oriundo de Corral de Bustos (departamento Marcos Juárez, Córdoba) incorpora en el repertorio la “mayor parte de la historia del tango”, lo que confiesa le genera una gran satisfacción y la inquietud de estar en constante estado de renovación y generación de contenidos musicales.

El director define que es un privilegio poder contar con un cuerpo estable que sostenga la cultura del tango, que se invierta en un género típico, tradicional e histórico. Pero que no es de los más redituables en términos comerciales.

Al tango se le fue dando menos bolilla a nivel negocio. Se le dio mucha más importancia a lo que pasa rápido. Y el tango no es algo que pasa rápido: es un trabajo intelectual muy grande poder cultivarlo. Es una extrañeza que Córdoba haga esa inversión, que es muy positiva”, aclara.

Se puede ver a Córdoba con un alto nivel cultural, que en nuestra provincia es orgullo. Siempre me puso contento que hasta lo vean de afuera como que somos unos privilegiados de tener este Cuerpo”, expresa.

Dante Ascaíno, secretario técnico del Cuerpo, revela que la orquesta es altamente demandada para presentaciones en toda la geografía provincial, ya que el repertorio es conciso, atractivo para el público y la logística de traslado es sencilla: no se movilizan más de 20 personas.

Durante la pandemia, la Orquesta realizó presentaciones virtuales que se trasmitieron en el canal de YouTube de la Agencia Córdoba Cultura y en las redes del Teatro. Por estos días, ensayan pensando en volver pronto a las tablas.

Esa melodía que nace del bandoneón

El bandoneón es sinónimo de tango y es, por añadidura, un instrumento complejo. Tan complejo que podría decirse que son cuatro instrumentos en uno. Su melodía, el sonido que emana es tan característico que su color tiene tinte arrabalero.

Cuando alguien va al cielo, le dan para tocar un arpa; y cuando un muerto baja al infierno le dan un bandoneón”, grafica Torres para manifestar lo que representa este instrumento envuelto en un alo de mística.

Cuando alguien va al cielo, le dan para tocar un arpa; y cuando un muerto baja al infierno le dan un bandoneón”.

Para el músico, esa mística tiene que ver con que pasó de ser un instrumento creado en la región de los alpes en Baviera (Alemania) para tocar música religiosa a ser adoptado por los compositores locales para utilizarlo en una música atravesada por burdeles, desamores, puñales de lunfardo y letales traiciones.

Damián Torres

Su sonido evoca melancolía. El movimiento del fuelle (se extiende hasta un metro y medio en toda su apertura) y el suspiro que produce al cerrarse lo convierten en una caja sonora misteriosa e intrigante. Pareciera que el bandoneón tuviese vida, que latiera: cuando el fuelle se achica el aire que respira es similar al soplido de un corazón.

El bandoneón se puede tocar sentado o parado, siempre con él apoyado en una pierna, según el estilo de tango que se interprete y la velocidad del ritmo que se marque. Cuando se toca sentado, habitualmente el instrumentista utiliza el taconar de su pie para marcar el compás. Se utilizan ambos brazos y ambas manos, en un movimiento de coordinación que requiere de una destreza casi atlética de todas las extremidades superiores en su conjunto.

Abre y cierra, se contrae, se estira, chilla, gime de pasión y solloza de dolor. Si el bandoneón es sinónimo de tango, al escucharlo a Torres hacerlo sonar no caben dudas de que el tango “es cosa seria”, como el mismo definió.

A diferencia de un piano, en donde las teclas van en escala de menor a mayor en orden lineal, los 71 botones de un bandoneón (repartidos inequitativamente en dos costados) están mezclados, no respetan la escala musical ni tienen un orden. Al comienzo, Torres confiesa que debía ver sus manos para presionar las teclas correctas de cada nota. Hoy, mientras toca, lo único que observa es el horizonte.

Son dos escalas cromáticas diferentes (una más estridente y aguda que la otra, que el intérprete califica como “aterciopelada”) y son dos sonidos complementarios: cuando el fuelle está estirado y cuando está contraído. Por eso un bandoneón equivale a cuatro instrumentos convencionales.

Te lleva para esos lugares de melancolía por esa sonoridad. La inmigración lo reconvirtió. El timbre y la manera de tocarlo lo hacen único”, dice Torres en referencia al aura que envuelve a su bandoneón: un instrumento que viajó en barco desde la posguerra a comienzos del siglo 20 y se metió en el alma de la poética argentina hasta convertirse en un objeto de culto que solo fabrican algunos pocos luthiers a pedido y con interminables períodos de demora.

Tocar un bandoneón es difícil, tener un bandoneón es difícil; enamorarse de su sonido no es ni fácil ni sencillo: es inevitable.