Julio Incardona: el escultor del Cura Brochero

El 11 de marzo de este año, día en que partieron por XXI vez los caminantes y cabalgantes adeptos al recorrido brocheriano que se hace año tras año, se inauguró en la Plaza del Fundador de Córdoba Capital una escultura de piedra y mármol del Cura Brochero.

La pieza de cinco metros de altura, fruto del trabajo de Julio Incardona, artista de Alta Gracia que estuvo modelando el material durante más de seis meses, incluye una base que simula las Altas Cumbres, sobre la que se asienta el sacerdote con su tradicional vestimenta, el rosario en una mano y el bastón en la otra.

Pero nada podía ser casual en esta historia: ni la profesión de Julio, ni su relación con el Cura Brochero. Todo debía tener un origen mucho más profundo que lo tangible, lo esperado. Tras una serie de sucesos que comprometieron su pasar económico en su profesión originaria como Kinesiólogo, y los sueños con el Cura Gaucho que se repetían, Incardona comenzó un proceso que lo llevó hoy a convertirse en el escultor del referente católico cordobés, reconocido en todo el país por sus obras.

“Yo hago artesanías en mi casa, tengo un negocio al pie de la ruta, y una mañana soñé con el Cura y me levanté a trabajar, a golpear un poco el yeso, y a hacer la imagen de Brochero. Al tiempo, esa imagen que yo estaba esbozando, se la mando por foto a una hermana, y le llega al Monseñor Santiago Olivera”, aseguró el escultor.

“Él me llama una mañana desde el aeropuerto, cuando yo no tenía ni noción de esto, y empecé a temblar todo –cuenta-. Tenía todo el yeso en el sueño, la imagen a medias… y cuando llegó y vio la idea me dijo ‘ahí está, seguí adelante’, y sus palabras fueron una bendición, me dio una convicción tremenda y empecé a trabajar con más fuerza e hice la imagen que fue al Santuario”, destacó Incardona.

Julio ha logrado llevar una de sus profesiones hacia otro campo: como médico conocedor de la anatomía humana, transportó el detalle del cuerpo hacia el yeso, brindando toda la expresión necesaria para que sus obras  de Brochero, hoy sean las más reconocidas en nuestro territorio.

“Yo soy kinesiólogo, hice la especialidad en rehabilitación neurológica, y las cosas de la vida, la crisis de 2001, me llevaron a sufrir como profesional y pusimos en la puerta de mi casa una venta de tallado de madera. Una cosa lleva a la otra, y empecé como autodidacta a hacer cosas y luego a formarme con mi maestro Luis Hourgras y Jorge Data, y arranqué un proceso de intentar conocer particularmente y de estudiar. El estudio me hizo descubrir un mundo de otras posibilidades, que no han terminado y siguen siendo increíbles”, detalló el profesional oriundo de Alta Gracia.

Incardona reflexionó sobre cómo fue llevar los rasgos y el mensaje del Cura Gaucho hacia su obra: “Monseñor Olivera se impacta el día en el que yo le describo por qué lo veía al cura y había logrado sus rasgos: mi profe me dijo que antes de empezar una escultura tenés que leer a la persona, conocerla. Quizá a mí me fue muy a fondo, porque a Brochero lo siento”.

“Me fui al rostro: el Cura tenía problemas para respirar y una tendencia muscular muy común en esas personas, como las alas de la nariz hacia arriba, el labio superior más chico, producto de la tensión muscular. Apliqué todos mis conocimientos de anatomía porque el escultor tiene que ser un conocedor exacto de quien esculpe, y a través de eso llegás a darle vida a la obra”, resaltó Incardona casi como si de un pasaje de Disney se tratase.

Julio destacó que si bien conocía al Cura por las historias que había escuchado o sus viajes a Traslasierra, no llegó a descifrar bien el espíritu de Brochero hasta que comenzó a leerlo: allí logró percibir la importancia de su obra y lo fundamental que resultaba su lucha. “Brochero para mí es el tipo de persona que te hace falta para salir adelante. Uno conoce al Cura por la gente que te ha ido educando en la vida. Él es lo máximo que puede hacer una persona por otra. Lo veo, lo siento mucho e interpreto sus sentimientos”, puntualizó.

En el país, hay cerca de 20 réplicas pequeñas de la realización de Julio Incardona para la Basílica del Cura Brochero: su obra está en distintos puntos de nuestra Provincia, como así también en Buenos Aires, Salta y Mendoza.

Sobre cada una de estas expresiones artísticas del Cura, y la última entronada en la Plaza San Jerónimo, Incardona expresó: “Las primeras obras dijeron cosas, todas distintas, y en la última todo parte de la mano izquierda en la que tiene el fuete o bastón… tuvimos una discusión con mi profe porque no lo agarra como bastón: la estampa de Brochero tiene un bastón largo, sin empuñadura, y su meñique apoya en el bastón no como apoyo. Esa fue mi fuente de inspiración”.

“Cuando comencé a investigar, descubrí que en esa época se usaba un fuete como símbolo de mando o de autoridad, para dirigir animales o para la docencia. Era increíble la delicadeza con que empuñaba ese fuete, siendo que era un hombre tan aguerrido, que hasta había trabajado en albañilería, montaba mulas. Él fue un gran docente, educó a su pueblo, a niños y a niñas, y a la gente grande con ejercicios espirituales para que se conocieran y respetaran a sí mismos, y sobre eso avancé: la mano educadora en primer plano, en una presencia que ocupa casi la mitad de la obra”, definió el escultor.

Si bien esta estatua del Cura que tiene una gran simbología en materia de educación iba a ser entronada en un principio a las afueras del Centro Cívico, el lugar terminó cambiándose por la Plaza del Fundador, hecho que tampoco parece obra exclusiva de la casualidad, ya que es el mismo donde estudió Brochero.

“Uno sabe que las esculturas van a estar toda la vida ahí, y que lo que transmiten, queda. No vale de nada hacer una obra sin transmitir el mensaje de la persona”, reflexionó Incardona sobre el Cura Gaucho, tan influyente en la comunidad cordobesa como en la sociedad en general. “Por eso quería que quedara firme su mensaje de docencia, ya que esa es la única forma de mejorar al pueblo: educándolo”, finalizó.