Iniciaron las clases presenciales en el Complejo Esperanza

  • Los chicos alojados disfrutan de poder asistir a las aulas después de un año en condiciones de aislamiento.
  • La SeNAF apoyó la continuidad de la educación de los jóvenes durante el 2020, la organización y armado de protocolos para que puedan volver a tener clases con sus profesores.

Al igual que el resto de los alumnos y alumnas de la provincia de Córdoba, los chicos del Complejo Esperanza volvieron a tomar clases presenciales en el Centro Educativo del predio, lugar donde funcionan cuatro escuelas del Ministerio de Educación para garantizar el derecho a la educación de los adolescentes.

La vuelta a las aulas y el contacto con los profesores, fue tomado con entusiasmo por los jóvenes. Dicen que es bueno estar aquí y cambiar el aire, cuenta Marcela Barrios, coordinadora del Área de Educación del Complejo.

Lo sobresaliente es que el regreso a la “presencialidad”, en la práctica se traduce en asistencia semanal, y en la mayoría de los casos asistencia diaria de los chicos a los espacios educativos. Siguiendo los protocolos establecidos, con los materiales de higiene brindados por SeNAF,  divididos en burbujas, y aprovechando los dos turnos y la disponibilidad de aulas, la presencialidad tan esperada es casi permanente, a diferencia de lo que sucede en la mayoría de los establecimientos educativos.

“Nos dimos cuenta que es super necesaria”, comenta Marcela Barrios después de un año en el cual la rutina y la asistencia a espacios de escolarización fueron interrumpidos por la pandemia. “La base del PIT (Programa de Inclusión y Terminalidad Educativa), están en los vínculos para que ellos puedan aprender. La mayoría de los chicos que vienen han abandonado la escuela en sus primeros años, «necesitan a alguien al lado que los acompañe”, explica. Para las escuelas del Complejo, el contacto es clave en su proceso educativo el cual es interpelado más allá de lo formal.  “Estamos pendientes de los chicos, de su historia, ayudarlos para nosotros es muy importante”, dice la responsable del área educativa.

Sin embargo el 2020 no fue un año perdido. Con todo el apoyo del personal de SeNAF que acompaña a los chicos diariamente, se siguió avanzando en el cursado de las materias y el dictado de clases. El Centro Educativo permaneció abierto para brindar apoyo escolar de la mano de Marcela y el preceptor. En cada Instituto del Centro Socioeducativo del Complejo Esperanza había alguien quien acompañara a los chicos a terminar sus tareas. Así, las socioeducadoras trabajaban con los adolescentes de su sector en el Instituto Nuevo Sol; una psicóloga del Instituto San Jorge acompañaba a los más jóvenes casi como abriendo una escuela paralela. “En definitiva tenemos más presencialidad con los alumnos que otras instituciones”, había dicho el jefe de talleres de Complejo, Diego Capra, quien también daba clases a los chicos.

“Hoy los adolescentes comparan esto de hacer una guía en papel y tener al profe que te dé la clase, valoran conocer a sus profesores y que no sea solo un nombre escrito”, cuenta la coordinadora. Al final, después del 2020 algunos cambios se observaron, fruto del trabajo organizado y quizás por la dinámica de enseñar en grupos menos numerosos. “Notamos que están muy entusiasmados en venir a clases tanto como interesados en saber dónde van a seguir estudiando cuando se vayan”, señala la responsable.

Educación formal. El total de los chicos alojados en el Centro Socioeducativo Complejo Esperanza está escolarizado. Al Centro Educativo concurren  129 adolescentes. Los que aún no, es que ingresaron recientemente y están terminando la realización de entrevistas. Cuatro propuestas funcionan para que continúen o finalicen su trayecto educativo: la Escuela Primaria Paulo Freire, Anexo 1; el CENMA María Saleme de Burnichón en sus dos modalidades, presencial y semipresencial; y el Programa de Inclusión y Terminalidad Educativa PIT, Ipem 124 “Adela Rosa Oviedo de De La Vega”.