- Un atractivo del norte cordobés que tiene una relación directa con la embajada de Canadá como ofrenda durante la presidencia de Sarmiento.
Disputados por los gringos y los migrantes en el pasado, hoy esta arbolada constituye un túnel que recorre los 13 kilómetros de la avenida San Martín.
Nuestra provincia es un atractivo turístico per se, sus sierras, vertientes y ríos la hacen un lugar curioso y, a la vez, una zona para investigar para aquellos curiosos, o bien, un sitio para quienes quieren las comodidades de los cursos de agua.
Cada localidad de Córdoba tiene un rincón que contiene un paisaje natural que lo vuelve amigable a la vista, a las percepciones que llenan de dopamina nuestro sistema nervioso y permite tener un gran momento de sorpresa y alegria al recorrer nuestra geografía.
En nuestro norte cordobés, estos paisajes se repiten lugares naturales que tienen poca intervención del hombre -salvo para su mantenimiento- y generan un impacto visual increíble en los turistas y la satisfacción de los residentes al tener un lugar inigualable como lo son las grutas de Ongamira, los Terrones, la laguna Mar Chiquita, las Salinas Grandes, y los Volcanes de Pocho, por solo nombrar algunos.
Esta receta se produce en la localidad de Colonia Caroya desde hace 110 años, en la avenida principal: “La Ancha”, como le dicen los caroyenses.
Este tramo tiene una extensión de 13 kilómetros y está rodeado con 2345 árboles de plátano que forman un túnel natural para la calle San Martín.


¿Cómo lograr un túnel natural a lo largo de 13 kilómetros? La historia de la plantación de estos árboles tiene una correlación con la corriente migratoria de la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento y, posteriormente, de Nicolás Avellaneda.
“Sarmiento decide comenzar a poblar esta Argentina, que luego será continuada en la presidencia de Avellaneda. Además, acompaña otro proyecto que tenía el padre del aula, que era de estrechar vínculos con Canadá y pedirle a este país del norte que tenga un embajador o un consulado en la Argentina”, expresó Paola Nanini, intendenta de la localidad, quien, como historiadora aficionada, conoce de la llegada de los árboles a Caroya.
Ampliando la información sobre el vínculo político entre ambos países, Nanini destacó que “Canadá tiene un gran gesto con la Argentina que es traer uno de sus árboles típicos y tradicionales que son los plátanos canadienses que se pueden encuentran en Buenos Aires, en la zona de Palermo, pero que además se multiplicaron y llegaron a Córdoba”.
Céspedes y los primeros inmigrantes
Nanini relata la historia de la corriente migratoria que dio origen a la localidad. «La región del Friuli-Venecia-Julia es de donde vienen los inmigrantes que forjaron esta ciudad y que en 1878 deciden escapar del Imperio Austrohúngaro», señaló. Al llegar, se instalaron en la estancia jesuítica de Caroya, punto de partida para la transformación de toda la región.
«Estos friulanos que llegaron, que les costaba bastante hablar el español, y que arribaron a una tierra que no tenía agua y estaban en la lucha por conseguir el agua, dormían en la estancia de Caroya y todos los días caminaban 7 kilómetros para poder llegar a esa tierra que se les prometieron a su llegada«, explicó la intendenta.
Ese fue el momento en el que «Colonia empieza a florecer», pero la historia tuvo un giro clave con la intervención del Gabriel Céspedes. «La historia de nuestra ciudad estuvo marcada por decisiones políticas que buscaron unificar a Colonia Caroya y Jesús María», comentó la mandataria.
Oscar, vecino de 104 años, recuerda el impacto de aquella medida y la reacción de la comunidad. «Céspedes, que es el interventor en la colonia, llamó al gobernador para anunciar que iba a mandar un proyecto a diputados y senadores de Córdoba para que votaran, que Colonia Caroya pasaba a ser parte de Jesús María», relata. Sin embargo, la fusión no era bien vista en aquel entonces.
Según recuerda, el histórico vecino, que habita hace varios años al frente de la plaza de la localidad, que «el gobierno provincial decide que Colonia Caroya y Jesús María deben unirse y crear una sola ciudad».
En ese proceso, la búsqueda de un símbolo para representar la unión llevó a una decisión. «El árbol de plátano, donado por la Embajada de Canadá, fue elegido como emblema de este vínculo entre ambas localidades«, destacó la intendenta retomando la anécdota de Oscar.
«Nosotros tenemos la colonia y la sincronía de vida gringa, otras costumbres. Y en cambio Jesús María, que ya cumplió 200, 300 años antes, era la base española. Era otra forma de vida».
Finalmente, el propio intendente de aquel entonces expresó que «con el tiempo, el amor se encargará de unir los pueblos» y eligió a los plátanos como símbolo de ese futuro en común.
El inicio de la plantación
Las primeras plantaciones de plátanos en Colonia Caroya marcaron un hito en la historia de la localidad. «En un primer momento, que fue en el año 1913, se hace la primera plantación. En 1915, la última. Y ya queda consolidada esta avenida que uniría Colonia Caroya con Jesús María con estos árboles que no son nativos pero se han adaptado muy bien a nuestro clima», explicó la intendenta Paola Nanini.
La plantación inicial incluyó casi 2.000 ejemplares, de los cuales «las 1.500 que todavía tenemos en Caroya y otras 500 que estaban en Jesús María», añade.
Oscar D´Olivo, testigo de aquellos años, recuerda cómo fue el proceso. «La plantación de los plátanos se hizo por etapas, se plantaron por lo menos dos kilómetros en un inicio», relató. El crecimiento de la arboleda no fue uniforme, sino que avanzó con cada gestión. «Después vino otro periodo de intendentes y plantó tres kilómetros más, y así fue. A mi padre, que fue intendente de esta localidad, también le tocó hacer una buena extensión», señaló con orgullo.
A lo largo del tiempo, la Avenida San Martín se transformó en un emblema de la ciudad. «Son 13 kilómetros de plátanos. La calle ancha, como le decimos en Colonia Caroya, tiene acequias a los costados que abastecen de humedad a estos árboles», detalló Nanini.
La vegetación no solo embellece el paisaje, sino que también tiene un impacto ambiental clave. «Estos plátanos, en un día de calor, hacen que la temperatura en nuestra avenida sea 5 grados menor», afirmó la intendenta.
El crecimiento de estos árboles tomó una forma particular debido a la manera en que fueron podados. Cuenta la Intendenta que en aquellos tiempos los habitantes realizaron los trabajos de poda como si fueran frutales. Por lo tanto, se desarrollaron con una morfología totalmente distinta a otros plátanos del país, explica Nanini.
Como resultado, «los nuestros son extremadamente altos. Tenemos especies de más de 40 metros de alto, a diferencia de la mayoría de los plátanos, que llegan a 25 metros».
Una tradición de la localidad
Para Oscar, los plátanos son parte del alma de la ciudad. «La avenida ancha para la Colonia Caroya casi puede ser el corazón, porque sin la avenida no sería lo mismo», relató con emoción.
Son un símbolo inconfundible de Colonia Caroya, una tradición que se ha mantenido a lo largo de generaciones. «La colonia es conocida por los plátanos, y bueno, después por el salame», dice Adrián, dueño de La Poçate. «Pero lo primero es la avenida, para muchos comerciantes y vecinos, la identidad de la ciudad está ligada a estos árboles”.
Juan Ignacio, empleado de La Caroyense, comparte un sentimiento similar: «Es algo que desde que nací está presente y que nos caracteriza por la particular arbolada. En verano se disfruta mucho».
Para Guillermo Ripelloni, dueño de Mio Nonino, los plátanos son una conexión con la historia de que viene de familia: «Yo tenía una nona que vino de Italia cuando tenía 5 o 6 años, y ella siempre nos contaba que cuando pusieron los plátanos, había gente que estaba de acuerdo y había gente que no. Los que estaban de acuerdo, andaban con la escopeta al hombro cuidando los plátanos, y los otros querían sacarlos porque reclamaban agua».
Recuerda que su bisabuelo llevaba un balde de agua en el carro para regar las plantas camino a la escuela de su madre. «Para nosotros es tradición familiar».
El mismo recuerdo tiene D’Olivo de las dificultades iniciales que enfrentaron los pobladores. «Acá no tenían agua, el agua era muy escasa. Cuando pusieron los plátanos, los gringos les quitaban esa agua a los plátanos y la usaban para las plantas de ellos. Entonces, ¿qué se hacía en la noche? Mientras ponían los plátanos, se los regaba», cuenta.
A pesar de los desafíos, los plátanos se impusieron como un símbolo de la identidad de Colonia Caroya, formando un túnel verde de biodiversidad que cambia de color con las estaciones y da la bienvenida a quienes visitan la localidad.
Retomando el paisaje del túnel natural, Guillermo toma esta tradición en el reflejo del paisaje cambiante de la avenida según la estación. «En otoño, cuando cae la hoja bien marroncita, es algo tradicional y hermoso».
Y si de estaciones hablamos, durante las altas temperaturas, la avenida se vuelve un refugio. «Es entrar a un microclima muy distinto al que tenemos en toda la vuelta. Es nuestro paraíso de Colonia Caroya. Venís de la ruta y cuando entrás acá, dentro del túnel de los plátanos, cambia la temperatura, cambia la visión, cambia todo».
Para los vecinos, los plátanos son parte de la vida cotidiana. Viviana, quien disfruta recorrer la avenida en bicicleta, lo confirma: «Es hermoso pedalear bajo los plátanos, como hacemos tantos vecinos. Te da una sombra única, un frescor en verano y un paisaje que cambia en cada estación. Es un placer vivir en esta ciudad con su avenida arbolada».