Cuando el acceso a la educación se construye colectivamente

En el “bajo” Oncativo la solidaridad, el empeño y el compromiso de los vecinos dio resultados. Con la iniciativa de organizaciones sociales, más la intervención del Estado a través del ministerio de Educación de la Provincia, comenzó a funcionar una escuela primaria para jóvenes y adultos en ese asentamiento, que se suma a dos servicios educativos para adultos inaugurados recientemente en la escuela Eva Perón en el “fondo” de Alberdi, en la ciudad de Río Cuarto.

Cuando muchas veces da la sensación que las posibilidades de humanización parecen no haber sido pensadas para los que viven pasando el limite de lo urbano, esta experiencia demuestra la importancia de las acciones colectivas para restituir derechos.

Oncativo es un barrio localizado en los suburbios de Río Cuarto, que tomó el nombre de la calle que llega al margen del río. Fue “descubierto” por la sociedad cuando se inauguró el último puente construido por la Provincia. A partir de allí, un grupo de jóvenes pertenecientes a organizaciones sociales compartieron un relevamiento realizado en estos barrios donde resaltaba un dato: uno de los grandes déficits era la cantidad de gente con sus estudios primarios y secundarios incompletos.

La posibilidad de hacer algo se gestó inmediatamente. Pero para concretarla, y devolverle el derecho a la educación a los vecinos que les fue negado u omitido cuando eran niños, no se podía utilizar los recursos tradicionales del sistema educativo por una sencilla y a la vez compleja situación: no existen edificios escolares en esos sectores de la ciudad.

La alternativa surgió de la solidaridad de los vecinos: entre todos refaccionaron un centro comunitario en ruinas y lo dejaron en condiciones habitables. Ahora si, había un espacio para la escuela.

Javier, un vecino del lugar, está esperanzado: “Yo no se si podré sacar a mi familia del barrio, al que quiero porque es el lugar donde mis hijas aprenden a caminar, pero de lo que sí estoy seguro es que podemos cambiarlo”, dice.

Entonces se planteó un desafío para los docentes: ¿Cómo hacer una escuela diferente pensada por los alumnos? Una escuela que sea eminentemente contenedora y restituidora del derecho a la educación permanente.

Hoy este nuevo espacio educativo tiene otro matiz: atraviesa los muros de los hogares y pone la condición de vecinos del barrio como privilegio. La lógica compartida de la resistencia encuentra eco en la escuela Eva Duarte que acoge al proyecto del primario y secundario para jóvenes y adultos como propio y articula con ellos incorporando a las madres de sus alumnos y auxiliares que, a la noche, en condición de alumnas comparten las aulas de sus hijos.

El aprendizaje como acción colectiva y transformadora genera siempre desafíos que desestructuran los roles asignados para cada edad. La solidaridad se juega, más allá de las diferencias y de las condiciones edilicias, especialmente entre quienes se reconocen como víctimas de algún tipo de exclusión ya sea económica, social o educativa que no casualmente, están fuertemente vinculadas entre sí.

Todos sabemos algo y todos somos capaces de aprender algo, decía el pensador brasileño Paulo Freire, cuando hablaba de re-inventar al mundo. Vecinos y alumnos, vecinos que son alumnos, docentes, jóvenes todos ciudadanos del mismo proyecto inclusivo e igualitario, concientes del desafío político que implica la desnaturalización de las condiciones de exclusión y convencidos que el único camino es la construcción colectiva y horizontal.

Javier tenía razón. No hay porque abandonar al barrio. Hay que cambiarlo.

*Carlos Pardo es profesor de Historia, licenciado en Ciencias de la Educación y supervisor de Educación de Jóvenes y Adultos del ministerio de Educación de la Provincia de Córdoba, con sede en Río Cuarto.