Carlos Lista analiza la democracia en Argentina

Hoy se cumplen 31 años de la recuperación de la democracia en nuestro país y es una buena excusa para reflexionar sobre el sistema de organización político social que tenemos y tanto cuesta sostener y profundizar. ¿Qué celebramos? ¿Para que sirve vivir en democracia? ¿Qué falta? ¿Cómo se construye?

Estos son algunos de los interrogantes que analiza Carlos Lista, sociólogo y profesor plenario de sociología jurídica de la Universidad Nacional de Córdoba, quien en su pensamiento pone en valor la continuidad democrática de estas tres últimas décadas, pero a la vez expresa la necesidad de profundizar la puesta en práctica del sistema federal de Gobierno, consagrado en la Constitución Nacional, pero que poco se aplica en la realidad cotidiana.

A la vez, Lista sostiene que creer en  las instituciones es más importante que hacerlo en las personas; por ello los liderazgos personalistas desvalorizan a los partidos políticos y al Parlamento como lugar de encuentro, debate y diálogo.

Aquí las reflexiones más importantes de este pensador de la democracia moderna.

¿Qué significado tiene para usted la democracia?

Cuando hablamos de democracia, hay que distinguir niveles. Un nivel macro y luego, para poder hablar de lo que nos ocurre, otro nivel más local, entendido esto como nacional, provincial, municipal. Tiene que ver con esta dupla de la modernidad: la relación entre economía y política, entre capitalismo y democracia. Es importante que nos pongamos de acuerdo: la democracia como una forma de organización político social. Porque si no, nos quedamos por allí en la idea de democracia formal, la idea de la democracia limitada al voto, instrumento al que valoro muchísimo, pero la democracia no se agota en el día en que lo usamos.

Porque puede ocurrir que nos expresamos a través del voto, elegimos a nuestros representantes quienes aparentemente cumplen con los formatos democráticos, pero gobiernan sociedades profundamente autoritarias. A mí me parece importante esta distinción, porque la palabra democracia puede significar muchas cosas en manos de distintas personas. Y nosotros no estamos celebrando eso: estamos celebrando la recuperación de una forma de elegir las autoridades, pero desde una forma de vivir. Esto a nivel macro.

¿Las imperfecciones son por su juventud?

Me parece que no es aceptable esa idea de que la democracia en Argentina es joven, o que somos un país joven. Hay otras democracias muy establecidas y consolidadas que son no sé si tan jóvenes, pero cerca de nosotros. Estados Unidos puede ir contra esta idea de democracia joven. Parecería en esto que “ya vamos a madurar”; postergamos siempre la democracia para el futuro. Y yo creo que la democracia es hoy, la celebramos hoy 10 de diciembre pero en realidad se celebra todos los días. No es a futuro.

¿A que atribuye las interrupciones en los procesos democráticos?

A mí siempre me parece importante la historia, como la biografía. Para entender a una persona, hay que entenderla biográficamente. A los países también. Y nosotros no tenemos una historia democrática: tenemos una historia que hay que leerla en clave autoritaria. A la historia argentina hay que leerla en clave autoritaria. Por supuesto, no es que recomiendo el autoritarismo como forma de interpretarla, sino que hay que reparar en las raíces autoritarias que tiene nuestra historia. La continuidad democrática desde 1983 hasta la fecha es un dato muy importante. Es deseable para mí y creo que para todos, que lleguemos con esta continuidad hasta el 2015, que pasemos a otro gobierno igualmente elegido de la misma manera. Esto ya es un dato importante, pero no alcanza para definirnos como una democracia estable.

¿Cuáles son los indicadores que uno tiene para referirse a nuestra democracia?

Me voy a referir sobre todo a la cultura política de los argentinos. Porque a veces nos reducimos solamente a este gobierno, el anterior y el anterior, y creo que esos gobiernos son expresiones de lo que ocurre en la sociedad. Primeramente, la cultura política argentina es centralista y personalista, eso es muy claro. Si no, pensemos en dos cosas, como palabras claves. Buenos Aires, ¿qué significado tiene para la política argentina? Y lo que se da en llamar “régimen presidencialista”, es decir la concentración del poder, generalmente, en una persona. Nosotros no tenemos una tradición parlamentarista y la democracia es diálogo, es debate, es concertación. No es, necesariamente, antagonismo, desconfianza y acusación; todo lo contrario. Yo creo que se cimienta sobre la confianza en el otro, en algún grado de confianza y para sentarse a debatir sobre distintos problemas que hacen a la administración de la cosa pública, a la República.

No somos parlamentaristas, eso es clarísimo. El argentino se confía a los poderes ejecutivos fuertes de cualquier nivel. Eso en cuanto a centralismo. Hay una cosa importante: no tenemos una cultura federal; tenemos esas grandes contradicciones, muy propias de nosotros, de una Constitución que consagra el federalismo, y que somos profundamente unitarios.

¿La falta de solidez en la democracia tiene que ver con el descreimiento en los partidos políticos?

Con frecuencia, cuando leo los periódicos reflexiono —si me disculpan los periodistas por lo que voy a decir— sobre la utilización irresponsable que se hace de los ismos: kirchnerismo, delasotismo, olguismo, ismo, ismo, ismo. Si uno lee la prensa de otros países, esto no ocurre en los campos políticos. Se puede hablar de movimientos, de doctrinas como el nazismo, el fascismo, el socialismo, el capitalismo, el franquismo, pero no necesariamente asociados con el personalismo y lo que conlleva que es la debilidad de los partidos políticos, la desvalorización del Parlamento por parte de la política y de los ciudadanos  y una profunda crisis de la idea de ciudadanía. Hay seguidores, hay adherentes, hay casi yo diría “creyentes”, porque siempre con el personalismo va un componente de fe. No es el predominio de la razón. Son construcciones altamente emocionales. En la política contemporánea, el componente carismático siempre está. Recordemos a Obama en su momento, de quien todos esperaban que todo fuera a solucionarse.

¿Que lugar ocupan las instituciones en la construcción democrática?

No por trillado me parece menos importante el aspecto de la construcción institucional. Nuestras instituciones están muy desarmadas. Las instituciones sirven para organizar la vida, simplemente, para organizarnos. Creer en instituciones es más importante que creer en personas. A colación, sobre el tema de la crisis de representación, en estos periodos de recuperación democrática ha sido muy importante el papel de ciertos movimientos sociales y algunas organizaciones no gubernamentales que se transformaron en representantes de intereses, de deseos y reclamos colectivos. Pero a las organizaciones no gubernamentales y a los movimientos sociales también se los puede cooptar, también se los puede corromper. La lucha es por la dignificación del ser humano, del habitante, del ciudadano común que ha perdido tanta dignidad a través de diversos procesos.

¿Qué valor tiene el voto?

Yo rescataría el valor del voto, el valor del voto responsable, consciente, no del voto emocional necesariamente. Es importante reflexionar sobre eso que es lo que tanto nos costó recuperar en 1983, que tan degradado está y que tiene que ser revalorizado. Somos nosotros quienes tenemos que revalorizarlo a través de nuestra propia acción. La democracia no se acaba en el voto, sino que continúa al día siguiente en prácticas concretas.