La escuela pública, caja de resonancia de las crisis sociales

Como parte de las acciones y actividades que viene llevando adelante el Ministerio de Educación de la provincia de Córdoba luego de los episodios del 3 y 4 de diciembre, el jueves pasado la cartera educativa convocó a la especialista Lucía Garay, analista, psicopedagoga y socióloga que trabaja desde hace tiempo sobre cuestiones sociales de la infancia y los jóvenes. Garay encabezó una reunión de trabajo con directores generales, supervisores de todo el sistema educativo y el equipo técnico de escuela y comunidad para compartir su visión de esta problemática.

Previo al encuentro, la especialista echó luz sobre diversas cuestiones y respondió algunas preguntas.

– ¿Cuál es su análisis a la situación social que ha vivido la ciudadanía cordobesa durante los últimos tres y cuatro de diciembre?

Primero hay que ubicar el problema. Es una crisis social que no es causada únicamente por las situaciones económicas. Después del 2001,  a más de una década la crisis económica, la crisis social sigue en toda su intensidad y en todo su apogeo porque esta originada en una ruptura de los vínculos y de los lazos sociales que permiten que la sociedad exista como tal, con algún grado de integración.

Creo que hay procesos de desintegración y de escasa movilidad social, esto completado con algo tremendo que tiene que ver, de alguna manera, con cómo el capitalismo salvaje entró a la Argentina, sin filtros, imponiendo un modelo de consumo donde aparentemente para tener una identidad, niños y jóvenes se desviven por el tener y por el consumir. De algún modo, en los saqueos más espontáneos- no en los  organizados con otros fines- en los barrios populares la participación de niños y jóvenes que no están en situación de pobreza ni de indigencia y que tienen cubiertas, aunque no de una manera plena, sus necesidades de sobrevivencia, buscan en realidad apropiarse de esos objetos que nuestro mercado está presentando como los emblemas de la inclusión. Para ellos, ser incluidos es ser incluidos en el consumo.

– La escuela fue una caja de resonancia de estos hechos por la participación de muchos de sus alumnos. ¿Cuál es para usted el rol de la escuela pública en estos momentos?

Lo que sucede es que nuestra escuela estatal en un sistema tan segmentado como el de Córdoba, tan dividido entre la escuela privada, que atiende a los sectores medios y medios altos, y la escuela estatal, que es hoy en día una escuela popular, porque atiende a todos los sectores populares en su enorme diversidad,  nunca deja de ser una caja de resonancia.

Y no puede dejar de serlo porque los alumnos y también los propios docentes son sujetos que llegan a la escuela de manera completa, es decir con sus problemáticas personales, familiares y sus necesidades que no son fundamentalmente de sobrevivencia sino que son necesidades de tener identidad, de sentirse integrado. En ese marco, creo que la escuela popular tiene un gran desafío de replantear su función social porque siempre la sociedad le demanda que reemplace al Estado, a las comunidades y que sea una ‘inclusora socia’, cosa que es imposible.

Entonces, la escuela necesita replantear su función social fundamentalmente hacia adentro para que esta infancia y estos adolescentes realmente puedan ser sujetos en condiciones de trabajar y producir juntos y, por lo tanto, de integrarse al mundo futuro del trabajo y la ciudadanía. Creo que es un desafío, pienso que este aspecto de la función social de la escuela, de la nueva función social que la escuela necesita, nuestra escuela no la está realizando.

– Hay una situación que se ha planteado después de estos sucesos y es que ha aparecido o se ha hecho evidente una dualidad en los niños, que tiene que ver de alguna manera con el sujeto escolar y el ciudadano, es decir actuar de una manera dentro de la escuela y de otra fuera de ella. ¿Cuál es su visión sobre esta situación?

Nosotros tenemos la costumbre de obviar la responsabilidad de los adultos en la familia, en las comunidades, en la escuela. Los actores adultos de la escuela entonces tendemos a depositar en los niños aquello que no hacemos. Es una autocrítica de cuál es nuestro posicionamiento como adultos. Yo le puedo asegurar que para los niños y para los adolescentes su entorno familiar y su entorno barrial, que es el contexto donde nace y donde extrae la cultura de vida, es mucho más poderoso que la escuela.

No podemos responsabilizar a los niños de que sean ellos los defensores de la ciudadanía cuando los adultos están destrozando esa ciudadanía de la peor manera posible. No les podemos pedir a los niños que respeten las instituciones si los adultos y los actores de esas instituciones no las respetan. Y no me refiero a la escuela, que quizás sea todavía la institución más conservada, me refiero a instituciones de servicios públicos que representan al Estado como la misma policía, como la justicia o instituciones hospitalarias que están cerradas o tomadas y eso es obra de adultos, no de niños.

– ¿Cómo ve los próximos años de la escuela pública en Córdoba?

Fundamentalmente creo que es un desafío para el docente de aula, porque nuestra escuela descansa completamente sobre el docente de aula. Es allí donde está lo más importante que sucede. Pienso que la escuela ya no tiene una función social y un prestigio por tradición o por definición, sino que cada escuela la tiene que conquistar y la tiene que construir con su comunidad social.

Si la escuela rechaza a su comunidad, no la reconoce y no la conoce primero para reconocerla después, su función social queda simplemente encapsulada en su interior, se encierra en sí misma, se enfrenta con la sociedad y de esa manera no va a poder cumplir su papel, fundamental, que es abrir el camino del futuro, el camino de la integración social.