La capilla que brindó refugio a Manuel Belgrano

La Capilla Nuestra Señora del Pilar es un mojón de la historia de Córdoba ubicado en la localidad homónima, a escasa distancias de la Capital de la Provincia. Su construcción data de fines del siglo XVIII y fue escenario del paso del general Manuel Belgrano antes de renunciar al mando del ejército del Norte.

La capilla posee una pequeña nave rectangular con coro alto. Una espadaña lateral, unida a la fachada, dota a la estructura mural de un singular encanto para el visitante.

La fachada está decorada con pilastras muy simples, al igual que sus capiteles que son de extrema sencillez. Esta ornamentación contiene a la puerta de acceso y la ventana del coro. El frente resulta coronado por un frontis abierto y cornisa ondulada, sobre la que se sostiene una cruz de hierro forjado. En el costado izquierdo se apoya la espadaña, abierta al camposanto.

En cuanto al retablo de la capilla, es muy simple y contiene tres hornacinas con las imágenes de devoción, entre ellas la “Pilarica”, imagen traída en 1980 desde Zaragoza, España, donde la virgen es muy venerada.

A raíz de sus valores históricos y estéticos, el sitio fue declarado Monumento Histórico Nacional (1969) y Monumento Histórico Provincial (1978). Si bien toda la comunidad es responsable del cuidado de sus bienes patrimoniales, el mantenimiento y atención de la Capilla del Pilar depende de la Provincia de Córdoba, por intermedio de la Agencia Córdoba Cultura. El lugar está abierto al público de lunes a viernes de 8 a 18.

La estadía de Manuel Belgrano

A un costado del altar se encuentra una Memoria, grabada en piedra, que recuerda que el general Manuel Belgrano estuvo en este lugar y rinde tributo a los soldados de la Independencia.

A lo largo de los años la Capilla del Pilar fue testigo de acontecimientos vinculados con la Independencia y las guerras civiles. Se recuerda en forma particular que el general Manuel Belgrano estuvo en el lugar con sus tropas del Ejército del Norte, entre junio y septiembre de 1819. Con su salud muy deteriorada, se vio obligado a entregar el mando del Ejército del Norte al Coronel Mayor Fernández de la Cruz, tras ello se dirigió a Tucumán.

“La Villa del Pilar y su capilla se encuentran ubicadas a la vera de la ruta real, en la añeja ruta de los conquistadores españoles, en el viejo camino del Cuzco, que recorrían las carretas coloniales y las crujientes galeras de aventuras. Por eso no es de extrañar que por la Posta de la Capilla hayan pasado desde las más remotas épocas, las principales figuras coloniales y también patrióticas que forjaron nuestra Patria y nuestra Soberanía: Jerónimo Luis de Cabrera; don Rafael Núñez, Marqués de Sobremonte; Santiago de Liniers; San Martín; José María Paz; Juan Bautista Bustos; Facundo Quiroga y tantos otros cuyos nombres han quedado grabados en las páginas de nuestra historia. Entre ellos se destaca la larga presencia del General Don Manuel Belgrano y su diezmado Ejército del Norte”, cuenta una interesante cartilla, Belgrano en Pilar, publicada por el Instituto Belgraniano de Pilar (1980).

El volumen dos de la Crónica Histórica Argentina, que dirigió Nicolás Gibelli, dice con relación a la estadía de Belgrano en Pilar: “El 11 de septiembre de 1819, Manuel Belgrano abandona el comando del ejército del norte, aquejado por una cirrosis hepática que, en pocos meses más, terminará con su vida. Su llegada a Buenos Aires se produce a fines de marzo de 1820, en momentos en que la ciudad vive momentos de conmoción provocado por la derrota de las fuerzas porteñas a manos de los caudillos federales”.

Por su lado, Efraín U. Bischoff también refiere al acontecimiento y su contexto político en su Historia de Cuatro Siglos de Córdoba. “Como muchos presentían, la Constitución de 1819 exacerbó a las provincias. La situación era cada vez más tensa. Al renunciar Pueyrredón al Directorio, le sucedió el general José Rondeau. Con disposición de sofocar todo intento de alzamiento de las provincias contra Buenos Aires, Rondeau ordenó a San Martín repasara la cordillera con su ejército, pero el Libertador desoyó la orden. El ejército de Belgrano estaba acampando en Pilar, a orillas del Río Segundo, y recibió igual pedido. Belgrano había marchado enfermo a Tucumán, y el general Fernández de la Cruz dispuso obedecer la requisitoria directorial”.

Manuel Belgrano partiría rumbo a Tucumán, donde se encontraba su hija, Manuela Mónica del Corazón de Jesús Belgrano, quien había nacido el 4 de mayo de 1819.

Al despedirse de los soldados, exclamó: “Seguid conservando el justo renombre que merecéis por vuestras virtudes”. A lo que sus hombres respondieron: “Dios nos lo devuelva con salud y lo veamos pronto”, relata Bartolomé Mitre en su Historia de Manuel Belgrano, según la cita de Bischoff en su Historia de la Provincia de Córdoba.

Por su parte, el historiador Rodolfo de Ferrari Rueda alude a la estadía de Manuel Belgrano en Pilar en su Historia de Córdoba: “Se despide con patrióticas palabras de sus soldados y una escolta de 25 hombres -dice Mitre- lo acompaña hasta los suburbios de Córdoba, y al separarse de él hecha pie a tierra, y descubriéndose la cabeza le dicen sollozando:“Adiós, mi general ¡ Dios nos lo devuelva con salud y lo veamos pronto!”. Esta acción tan sencilla como patética lo conmovió profundamente. Fue la última oración que el vencedor de Tucumán y Salta recibió en vida”.

En su Breve Historia de los Argentinos, el narrador y ensayista Alvaro Yunque cita a Joaquín V. González para hablar de la figura moral de Belgrano: «Creo que el conjunto de cualidades morales que formaban su carácter fue la fuerza más poderosa que salvó la Revolución argentina hasta que San Martín vino a imprimirle otra dirección y otro métodos. Y la más excelsa de aquellas cualidades, en la cual coinciden estos dos personajes, fue la de su absoluta consagración al bien público, hasta el grado de la renuncia».