En el cine de Córdoba también hay artistas detrás de cámara

Cuando se apagan las luces y en el silencio de una sala se percibe el suave sonido del proyector, son los actores quienes se llevan la mirada del espectador y la historia que se cuenta, la que ocupa todo el rango emotivo. Hay, sin embargo, artistas que nadie ve y que tienen que trabajar arduamente detrás de cámaras para que ese universo que se despliega en el rectángulo de la pantalla sea único en ese momento y absolutamente real.

Imprescindibles pero a menudo ignorados, salvo para los especialistas, figuran entre esos trabajadores anónimos los directores de arte y de fotografía.

La tarea de poblar mundos ficticios

Ahora que Córdoba está teniendo una intensa actividad cinematográfica, quienes incursionan en esos menesteres se están volviendo importantes y requeridos. Carolina Vergara y Diego Arroyo han asumido roles protagónicos en una película que se está filmando en la provincia de Córdoba.

Joven pero experimentada en la tarea de poblar mundos ficticios para convertirlos en reales, Carolina Vergara es la directora de Arte de Yo, traidor, la coproducción argentino-norteamericana que comenzó a rodarse en Córdoba con un elenco encabezado por Mariano Martínez. En medio de un ritmo febril repasa cada detalle de una enorme sala de estar que su equipo armó a partir de paredes desnudas .

Dirige la mirada a un tapiz gigante y aclara que el lugar donde estamos es el set principal del personaje que representa Arturo Puig, una de las piezas clave de la realización que dirige Rodrigo Fernández Engler y que reproduce un episodio que constituye una suerte de versión actualizada de la Parábola del Hijo Pródigo.

“Lo queríamos hacerlo un poco exótico a él (al personaje de Puig), así que pusimos plantas medio tropicales y animales embalsamados”, describe Carolina para aclarar que en la historia que se desplegará ante los espectadores cuando la película llegue a las salas de todo el país, esa construcción estará en una ciudad de la Patagonia. Ella y su equipo -Renata, Juan y Eugenia- han seleccionado mesas, sillas, cuadros, cortinas y pequeños objetos de decoración que tienen que integrarse con naturalidad al personaje. En otras palabras, los encargados de arte trabajan para convencernos de que esa es la vivienda del malo de la película.

Carolina trabaja desde 1998 en el diseño y la realización escenográfica. Estudió teatro, fotografía y diseño gráfico y a esta altura de su evolución laboral lleva más de 120 comerciales realizados. En cine fue la directora de arte de los largometrajes Soldado Argentino sólo conocido por Dios, de Rodrigo Fernández Engler, (2017), Atlántida, ópera prima de Inés Barrionuevo (2013), y se ocupó de la ambientación de “El dedo”, de Sergio Teubal (2011).

Cautiva de la fascinación que produce su propio trabajo y el de todos quienes se ocupan de tareas similares, explica que el encargado de la dirección de arte trabaja con el guión, con el director y muy de la mano con vestuario, con maquillaje… todo lo que se ve en la película es arte.

“Cada detalle está puesto por el director de arte. Trabajamos mucho con el director de fotografía, con la paleta de colores”, Carolina Vergara.

En otras palabras sostiene que tienen que diseñar el mundo que se crea para estos personajes, “porque en definitiva lo que hacemos es crear espacios que van a ser habitados por ellos y tenemos la obligación de contribuir a darle fuerza al guión”.

“Estamos trabajando en esta casona en Saldán, y el mayor desafío fue crear distintos sets dentro de una sola locación y que no parezcan la misma. Este es un set principal del personaje que representa Arturo Puig; hicimos como una mezcla, lo queríamos hacer un poco exótico a él, así que pusimos plantas medias tropicales. Esto transcurre en el sur y tratamos de hacer una mezcla con cosas tropicales y de animales para que él parezca un poco exótico”.

Contenta con las posibilidades que ofrece la casa, Carolina sostiene que “la locación rinde muy bien; la casona es preciosa, la estructura muy linda y eso nos ayuda mucho en la ambientación, porque un lugar de estas características nos abarata en costos y rinde. Siempre es mejor trabajar en buenas locaciones porque la dirección de arte va muy de la mano del lugar elegido”.

Sobre el lugar que la dirección de arte ocupa en la estructura cinematográfica y el mecanismo de trabajo, Carolina explica que lo primero que le llega es el guión y con él el primer dato cierto de esos mundos que van a ser habitados por los personajes.

“Nosotros nos encargamos de conseguir las cosas y la verdad es que, en Córdoba, donde ya se filma con continuidad, hay muchas casas y lugares donde nos alquilan cosas. Sabemos dónde conseguirlas, va creándose el mercado y el circuito”. Recorre de un vistazo el cuarto donde se moverá Arturo Puig y señala un par de animales embalsamados que consiguió en el Colegio Nacional de Monserrat.

“Estamos al principio y al final de la película. Somos los primeros en llegar y los últimos que nos vamos, estamos permanentemente trabajando y produciendo”, dice mientras pasa de un cuarto a otro que, en el mundo real, son contiguos y en la oscuridad de una sala pueden estar separados por un océano y representar incluso la vivienda de un millonario o el precario refugio de un indigente.

También la fotografía

Diego Arroyo es el director de Fotografía de “Yo, traidor” y se declara feliz por la marcha del rodaje porque ha logrado complicidad con los actores y una relación especial con el director y los productores.

“Acabamos de iniciar la filmación después de la etapa de pre producción y estamos precisamente en la toma fotográfica, en el rodaje en sí mismo”, precisa. “Más que contento estoy fascinado. Desde que empezamos a analizar ‘Yo, Traidor’, que es una historia antigua muy fuerte, con un antecedente bíblico, me encantó la narración”, dice Arroyo.

Con una formación académica en la que ha combinado los estudios de cine con comunicación social, filosofía e historia del arte, Diego se mueve ahora entre Córdoba y Berlín después de una carrera que incluye la dirección de Fotografía de “El Arraigo”, el documental de Martín Zubirá e Ignacio Lovell y de haber obtenido el Primer Premio en la categoría escuelas de cine en el Concurso Nacional de Video por la Paz, Mar del Plata 2003, por “Mejor documental Antropológico”.

También participó del largometraje “El Jardín Primitivo”, de Mario Gómez y desde 2004 trabaja en Prisma Cine.