El Museo de las Mujeres inicia su temporada con una muestra colectiva

La nueva propuesta del Espacio Cultural Museo de las Mujeres se encuentra producida en su totalidad por el equipo de profesionales del Museo y lleva por título Pintar el olvido de si. Los textos que acompañan cada muestra pertenecen a Mariana Robles. La exposición colectiva que se inaugura está formada por los siguientes  trabajos:

  • Las cosas y sus reflejos, tiemblan | Daiana Martinello, presenta una serie de pinturas perteneciente a la serie Luz doble relato. La misma está compuesta por obras que la artista define como silenciosas, atmosféricas, casi como escenarios teatrales, y acota que desde el año 2013, sus producciones se ven atravesadas por reflexiones en torno al tiempo, a cotidianos espacios habitados y deshabitados, a presencias en la ausencia y a recuerdos. Al mismo tiempo que sostiene que el recorte narrativo lo dirige la luz del sol que ingresa en cada imagen, esa misma luz nos habla del entorno a través de su sombra, sobre lo efímero de nuestro tiempo, cambia su recorrido a medida que avanzan las horas y el sol se posa diferente,  y se transforma en la protagonista de un espacio resignificado cromática y simbólicamente.
  • Biografía en movimiento | Agustina Sirvent exhibe un conjunto de obras organizado sobre dos ejes. Uno intra-artístico, basado en el hacer pintura  y otro extraartístico, situado en una motivación (auto)biográfica. Esto último es lo que da origen a una producción a la vez que permite desarrollar lo primero: sostener el oficio del pintor y explorar con ello algunas de las fronteras del arte en general y la pintura en particular. Con esta catalogación, la artista describe la pintura como acto en su forma más pura y como objeto de arte logrado, de acuerdo a reglas que dan cuenta si está bien o mal realizada -entre otras razones- de acuerdo al motivo y objetivo de su misma poética.
  • Jardines en la mirada | Julia Romano, interviene la sala utilizando el paisaje como elemento central. El trabajo de Romano es construir ecosistemas o naturalezas en los que lo aparentemente real no es más que una ilusión, o resulta un compuesto de ambas. “A través del collage, la fotografía o la instalación, muestro cómo un mismo territorio, con cada nueva mirada, puede configurarse para transmitir un paisaje distinto” , ejemplifica la artista.
  • Esta creo ser yo| Dolores Cabanillas, nos demuestra que la pintura reposa en el movimiento, como un arroyo potente que se afianza y acelera entre las piedras que fabrican torrentes. Desde el pueblo más cercano escuchamos el ruido que en la montaña retumba, el arroyo crece y se precipita, el agua burbujeante ensancha su margen finito y originario. Cada singular aparición de una tormenta es la más clamorosa advertencia de la vida, un aullido de lo que sobreviene. Así, la obra de Dolores Cabanillas acontece como la lluvia inevitable, el trazo potente que desborda lo dado y agrieta la serena tierra. Su trazo repone nuevas formas para cada referencia histórica que asoma: expresionismo, informalismo o Art Brut, entre otros. Se manifiesta en ella un rasgo único y sugerente, una atrevida insinuación del ocaso, una fantasmagórica intuición de lo nombrado: el cuerpo arrollador pinta cada línea que, en el ojo, es cascada. Cabanillas asume que aunque su muestra está compuesta de personajes, mujeres, hombres y niños, todos y cada uno son el reflejo de ella misma. 
  • Las cosas y sus reflejos, tiemblan | Monserrat González Arana, despliega la serie Efímero, en dónde pequeños recortes de la naturaleza se transforman en los absolutos protagonistas. Mediante su trabajo, la artista logra  generar un diálogo entre su universo personal y ese poético que  plasma en cada una de sus pinturas. “Todo ser vivo cumple en la tierra un ciclo y las flores no escapan a él”. Comenta Monserrat González Arana.  “Y es ese breve tiempo de tersura, frescura, vivacidad y seducción el que reflejan en estas obras, sabiendo que la belleza no es un valor en sí mismo, pero que en su carácter de “cualidad” el ser humano sucumbe ante ella” , describe la artista.
  • Carnavales | Julia González Arana, despliega una serie de pinturas con fragmentaciones que oscilan entre la figuración y la abstracción, y donde ensoñación, memoria y realidad se metamorfosean y transfiguran en un ambiente carnavalesco. En esta oportunidad, las escenas planimétricas, con  fondos de colores vibrantes, permiten al público  retrotraerse a las civilizaciones primitivas muy presentes en nuestras culturas precolombinas. Un viaje de color al ritual del carnaval, imágenes paganas de dioses, diablos y ofrendas con simbolismos de un festejo que ya es parte de la religión.
  • Sala de Té | Mónica Ostchega, exhibe una instalación en la cual recurre a la metáfora del té. Superponiendo de modo transparente imágenes, sumando capas de sentido, Ostchega busca experimentar posibles resultados tal vez aparentemente contrapuestos o con más de un sentido. Intentando lograr la liberación del espíritu, de la monogamia de los objetos y de las acciones. Sala de té, pretende activar en el espectador a un cambio de postura no sólo en relación a la pintura y al arte, sino también en relación a sí mismo.
  • Analogías espaciales | Sofía Culzoni exhibe una selección de trabajos enmarcados dentro de los lineamientos de la pintura contemporánea, vinculados a lo fragmentario, al montaje y a los elementos básicos de la pintura (color, plano y superficie).  En esta oportunidad, Culzoni recurre a la descomposición del espacio geográfico, lo que le permite desarrollar procesos de simplificación y reducción de los elementos formales. Recorriendo la sala, podemos decir que la artista  se permitió hacer confluir aspectos de la abstracción en general y de la abstracción geométrica  con la sugerencia surrealista y los “espacios metafísicos” como consecuencia de las falsas perspectivas y los juegos visuales que propongo a través de la confluencia de las formas.
  • Paisaje personal | Valentina Ávila, utiliza la fotografía no solo para representar un momento o una época en particular, sino como referente y como objeto, para luego transferir un recorte al lienzo evidenciando la visión fotográfica y desde ahí desarrollar la pintura concretamente. No hay intención de alcanzar una similitud con la fotografía, sino de crear una imagen a partir de otra creada previamente, apostando a un lenguaje propio que combina la abstracción con el realismo. El trabajo de Ávila surge a raíz recuerdos familiares, más precisamente fotográficos. Para la artista, “recurrir al pasado a través de las fotografías es un retorno al origen esencial para encontrar el sentido del presente reafirmando nuestra identidad.”

Durante la inauguración, el público presente podrá disfrutar de música en vivo a cargo de Fernanda Álvarez – Arpa Celta.

Las muestras se pueden visitar hasta el miércoles 2 de mayo en Rivera Indarte 55; de martes a viernes de 10 a 20 horas y los días sábados en el horario de 10 a 16 horas.