Del caleidoscopio al lanzamiento de cohetes: un día en los clubes de ciencias

Con un poco de curiosidad, una pizca de ingenio y bastante dedicación, dos tubitos de cartón pueden replicar el funcionamiento una cámara de fotos. La “fórmula” también sirve para lanzar al cielo cohetes hidrodinámicos fabricados con botellas de gaseosa.

El primer proyecto pertenece a un grupo de niños y niñas del club de ciencias Calidoscopio, en barrio Estación Flores. “Estamos trabajando la cámara oscura, este fenómeno óptico de creación de imagen que se logra con dos tubitos, un papel traslucido al medio y un pequeño orificio en la parte delantera. Este es el principio físico óptico de funcionamiento de cualquier cámara de fotos”, dice Nicolás Talone, coordinador del grupo.

Mientras exploran los secretos de la cámara oscura, los chicos además aprenden cómo funciona el ojo humano. “Descubrimos a través del juego cómo se ve invertida la imagen de arriba a abajo y de derecha a izquierda que es la forma en la que ve nuestro ojo”, agrega Nicolás.

El Caleidoscopio se pone en funcionamiento los miércoles, en un salón comunitario perteneciente a la Fundación Promover la Vida. Participan chicos de Estación Flores y Villa Aspacia, barriadas del sur de la ciudad de Córdoba con una población mayoritariamente de bajos recursos económicos.

En la provincia, actualmente hay 39 clubes de ciencias. Se organizaron como parte de una iniciativa del Ministerio de Ciencia y Tecnología, que apunta a promover el acceso y la apropiación del conocimiento entre niños y jóvenes, en espacios de educación no formal. Las actividades se desarrollan en centros vecinales, bibliotecas populares, salones comunitarios y ONG.

“Es un modo de enseñar ciencias a través de actividades lúdicas, que busca desarrollar el pensamiento crítico y la capacidad reflexiva. Trabajamos en torno a la resolución de situaciones problemáticas, con la idea de que los chicos incorporen metodologías que son propias del quehacer científico, como la investigación, la indagación, la búsqueda de fuentes, formulación de hipótesis y distintos métodos para verificar las hipótesis planteadas”, indica María José Viola, una de las responsables del programa.

Cronistas del barrio

Nicolás pone el foco en la participación de los asistentes, quienes por lo general deciden los temas que tienen ganas de trabajar en el club. «Ahora vamos a empezar a hacer un recorrido barrial para hacer un mapeo fotográfico de los diferentes lugares, las plazas del barrio, para que ellos también se apropien del contexto y que puedan, a través de su mirada y sus fotos, decir en primera persona lo que opinan y piensan«, señala.

A volar

Gustavo Cierra, coordinador del club de ciencia en la comuna de Arroyo Algodón, cuenta que cada miércoles se reúnen en la biblioteca popular por espacio de dos horas. Participan chicos de 10 a 17 años, cada uno con su propio bagaje de expectativas y ganas de aprender.

«En cada encuentro tenemos tres momentos. Empezamos hablando de las cosas que les interesan a los chicos o del trabajo en equipo y cómo relacionarnos entre nosotros. Después tenemos actividades que tienen que ver con el uso de las manos -lo llamamos aprender con las manos-, con algún experimento de física o química, amasando con maicena o haciendo una mezcla de líquidos. Y en el último espacio hacemos algo de tecnología, como diseño de 3D, software o robótica. Tenemos un popurrí para poder abarcar todos los intereses de los chicos», apunta Gustavo.

El docente, con muchos años en la divulgación científica en el ámbito no formal, menciona con entusiasmo un encuentro de clubes de ciencias de Villa María, Idiazábal, Oncativo y Arroyo Algodón. En el Parque de la Vida de Villa María, cerca de medio centenar de chicos y chicas se reunieron en septiembre para mostrar y «poner en órbita» los cohetes hidrodinámicos armados tras varias semanas de trabajo.

«La sorpresa de los chicos cuando vieron esos cohetes volar fue grande. Ellos tuvieron que diseñar las aletas de los cohetes con un programa de diseño 3D, después las imprimimos con impresoras 3D. Usamos como excusa el armado de los cohetes para que los chicos aprendieran a diseñar con el programa Tinkercad y ver cómo funciona una impresora de ese tipo», apunta.

El educador remarca que la idea surgió por iniciativa de los propios asistentes, a partir de unos modelos que tomaron de Youtube. En el taller, adaptaron botellas de gaseosas usadas, caños de agua como lanzaderas y un compresor de aire para propulsar las naves. Gustavo  recalca que aunque presenta consignas y actividades para realizar, los chicos tienen libertad de proponer lo que les interesa experimentar.