Espacio Illia: un lugar donde vale la pena ser viejo

El Espacio Illia, situado en avenida General Paz 539, es un espacio sociocultural y recreativo para adultos mayores que depende de la Caja de Jubilaciones de Córdoba y ofrece a través de diferentes talleres un lugar para mayores de 55 años que tengan claro que jubilarse de un trabajo no es jubilarse de la vida. Es decir que busquen un ámbito donde seguir. Seguir vinculándose; seguir haciendo; seguir aprendiendo; seguir divirtiéndose; seguir protagonizando y disfrutando la vida. Y eso es precisamente lo que promueve el Illia: una vejez activa, participativa y saludable.

Azucena tiene 69 años, tres hijos y siete nietos. Dice que el Illia le cambió la vida. En poco tiempo perdió casi toda su familia, se murieron su mamá y hermanos. Como ella dice, quedó sin ánimo, sin vida. Sus hijos se turnaban para acompañarla. No sabían qué hacer. Le buscaron un psiquiatra, fue a un par de sesiones y le recetó pastillas. “Pero mi depresión me devolvía a la cama”, recuerda. Un día la visitó una vecina y la levantó de la cama. “Me dijo que me vistiera y fuéramos al Illia”. A partir de ese momento empezó a vivir de nuevo.

“Las cosas no suceden porque sí”, asegura. Cuenta que encontró cupo en el taller de “Historias de vida, vínculos y canciones” de Florencia Páez Molina, lo que para ella fue una bendición. Recuperó las ganas de vivir, dejó las pastillas y al psiquiatra también. Lo que más disfruta es encontrarse entre pares. “Lo peor es la soledad. Siempre les cuento a mis hijos, y ellos me dicen que qué bueno que haya lugares así en Córdoba”.

Sol Rodríguez Maiztegui, la responsable del Espacio, explica que hay tantas vejeces como viejos en el mundo. La línea de trabajo que se desarrolla hace más de cuatro años se centra en el lugar que ocupan los adultos mayores y la visión que se tiene de ellos. No como incapaces de valerse por sí mismos sino como personas que manejan sus vidas. A propósito, Sol toma de ejemplo cómo desde la postura física los viejos cambian su actitud cuando se les habla a ellos. “Vino una señora mayor acompañada con su hija y una asistente y yo le explicaba a la interesada lo que tenía que traer para la inscripción, me impresionó como se sentaba más erguida a medida que transcurría la conversación”. ¿Qué pasó? ¿Qué cambió? Muy sencillo. Sol se estaba dirigiendo directamente a ella, para que ella misma evaluara y decidiera.

El actual Espacio Illia antes era Hogar de Día y respondía a un desactualizado concepto sobre la vejez. Era la idea dominante y estereotipada de que las personas se jubilaban y de allí partían a la plaza a darle de comer a las palomas, cuidar a los nietos y transitar levemente y sin ruido el último escalón de la vida. Además, algunos días del mes, era lugar de pago a jubilados.

A partir de la decisión del actual presidente de la Caja de Jubilaciones, Osvaldo Giordano, que bancarizó a los jubilados y dispuso una reestructuración del inmueble comenzó la renovación del Espacio. Así fue como el Illia comenzó otro camino en sintonía con los nuevos paradigmas del adulto mayor, que reconocen sus derechos y promueven una vejez empoderada, activa y participativa ente otros fundamentos. La idea que yace en las raíces de esa decisión de la Caja es que un organismo previsional no agota sus obligaciones con el pago de un haber sino que debe trabajar por mejorar la calidad de vida de los mayores.

Hoy son más de 100 talleres socio culturales y recreativos los que se dictan a más de 1.600 adultos mayores ya sean jubilados o pensionados provinciales o nacionales e incluso sin beneficio previsional.

Un lugar de encuentro

El Espacio es grande y funcional; a la izquierda hay un salón amplio con sillas y mesas blancas, al fondo está el bar atendido por jóvenes, que siempre están de buen humor y destaca una señora como al pasar: “Siempre con la sonrisa intacta”. Al lado del bar está la biblioteca con dos asistentes al frente que aprendieron archivología y cuentan que hoy tienen cerca de 400 libros donados por los propios viejos que participan de los diferentes talleres.

El bar se divide con una mampara de la mesa de ping pong. Allí paleta en mano se libran épicas batallas, bajo la mirada de Ayelén Colombo, una joven tallerista que tiene a cargo dos grupos, el de ping pong y el de computación. Se considera una guía y a veces le toca ordenar la cancha ya que algunos partidos se complican con participantes sentidos por algún amor mal correspondido.

“No hay tema del que no se hable, desde el amor y la muerte con frases como ‘si Dios quiere nos vemos mañana’, aunque ello no les quite las ganas de levantarse a las 7 para comenzar el día a las 11 en el taller elegido”, destaca.

Ayelen dice que llega tan a gusto al Illia que no siente que va a trabajar. Con 27 años dice que ella es quien aprende más de ellos. No deja de sorprenderse del entusiasmo que tienen todos a la hora de conversar, jugar o aprender. “Hay algunos que tienen a sus hijos expertos en computación, sin embargo, vienen a aprender aquí”.

Florencia Paéz Molina cuenta su experiencia en la misma sintonía. Ella es la encargada del taller de “Historia de vida, vínculos y canciones” en el que participan 25 personas de entre 60 y 85 años. Es comunicadora social y maestra de música. Explica que en las reuniones reflexionan sobre los distintos tipos de vejeces. Están los adultos mayores que se sienten muy ligados a la soledad, a la enfermedad, metidos hacia adentro. Pero al mismo tiempo, reconoce que hay otro tipo de vejez, los que les gusta producir, vivir y generar nuevos lazos.

Hoy las personas tienen una expectativa de vida mucho mayor que hace apenas unos años. Después del retiro, quedan varias décadas por delante para descubrir y vivir a pleno. “La mayoría son mujeres que han estado cuidando siempre a alguien, ahora descubren que tienen el tiempo libre para ellas”, resume Paéz Molina.

El Illia, en los últimos años, se ha convertido en lugar de encuentro y construcción de lazos afectivos para viejos y asistentes, pero también es un referente en un nuevo modo de mirar la vejez. “Aspiramos a consolidar al Espacio Illía, como una herramienta modelo de integración y promoción social, envejecimiento activo y participativo”, sintetiza Sol Rodríguez Maiztegui.

Azucena se despide. Dice que en el mundo formado por su casa, sus tres hijos y sus siete nietos ahora, ya superada la depresión, encuentra paz interior. Pero que en el Illia encuentra la alegría. Y, por lo que se ve, no está sola. Quizás ése es el motivo por el que más de 1.500 adultos mayores lo adoptaron como segundo hogar.