Hospital Pediátrico: historia de una resistencia que rindió frutos

Un Hospital cerrado, cercado por cordones policiales, con todas sus existencias destruidas o robadas. Historias clínicas de generaciones de chicos arrojadas a un patio, mojadas por la lluvia. Todo gracias a la disposición, simplemente escrita en un papel, de desafectar al Pediátrico del Niño Jesús del Sistema de Salud provincial.

Un consultorio armado en un puesto “churrero” en la puerta, con vecinos que les daban luz eléctrica y les llevaban comida a los médicos que resistían en el lugar. Doctores no sólo del Hospital y del resto de los nosocomios cordobeses, sino de todo el país, incluso intendentes galenos de profesión, que se acercaban a practicar ecografías y a atender generosamente por un rato.

La sociedad y los medios de prensa locales y nacionales acompañando, apoyando la protesta de manera incondicional. Jugando a favor de la vida. Y la gente, las familias que siguieron creyendo, seguramente porque los pobres, para quienes en definitiva está pensada la Salud Pública, no tienen a quién más recurrir en casos de verdadera necesidad como son los que mueven a llevar a un chico al médico. Ellos fueron quienes permitieron que en ese tiempo de lucha y emociones, durante el medio año en que se extendió el conflicto, se atendiera nada menos que a seis mil pacientes en ese puesto de campaña armado en Castro Barros 650.

Fue entre febrero y octubre de 1999, con De la Sota consagrado gobernador en las elecciones de diciembre del año previo. El mandatario saliente aún en funciones, Ramón Mestre, decidió cerrar las puertas de la institución que para entonces atendía a 150 mil niños, practicaba 25 mil cirugías por año y contaba con un servicio de Neonatología de 20 camas.

Fundado en 1884 como Casa de Niños Expósitos por la Sociedad de Damas de la Providencia, convertido con el tiempo en Casa Cuna, además de orfanato el hoy Hospital Pediátrico del Niño Jesús funcionó muy pronto como un centro de atención médica abierto a la comunidad, antes de llegar, en 1980, a su denominación actual.

Testigo privilegiado

El doctor Daniel Pizzi desarrolló toda su carrera en esta institución. Más que eso, desde muy pronto gran parte de su vida transcurrió allí, ya que de chico vivía a sólo dos cuadras y era paciente del Hospital.

En ese tiempo era director de la ex Casa Cuna el médico y filántropo Alberto Luis Pardina. “Un hombre extraordinario que además era mi pediatra. Siempre lo recuerdo con mucho cariño, porque quizás mi vocación nació con él”, relata Pizzi.

En aquella época se estilaba que los médicos fueran a los domicilios a atender a sus pacientes. “Cuando él iba a mi casa no sólo no me cobraba la consulta, sino que siempre me dejaba algo de plata. Yo me curaba de sólo verlo”, cuenta el hombre a quien las vueltas de la vida lo llevarían a dirigir durante catorce años la misma casa en la que fue operado de la garganta cuando acababa de cumplir los 9.

Cuando terminó su secundaria fue a hablar con Pardina para contarle que él también estudiaría Medicina. Fue su antiguo doctor quien lo hizo entrar como voluntario en el Vacunatorio. Pasó después por Hemoterapia, trabajando durante cuatro años en forma gratuita. Cuando se recibió de médico hizo su residencia en Oftalmología en el mismo Hospital.

El paso de las décadas y la carrera situarían a Pizzi como protagonista de aquellas jornadas de resistencia del año ´99. Por esos meses de transición de gobierno en los cuales —según sus palabras— políticas erróneas llevaron a un colapso en la Salud Pública de Córdoba, Pizzi presidía la gremial del Hospital, elegido por quinta vez por sus propios compañeros. Desde ese lugar encabezó la resistencia junto a los referentes sindicales del resto de los nosocomios, con quienes integraba la denominada Intergremial Hospitalaria.

El hoy secretario de Salud del ministerio que conduce Francisco Fortuna, rememora: “En ese tiempo se cerraron 473 efectores sanitarios en todo Córdoba. Postas, gente que recorría en moto o a caballo los pueblos, que vacunaba y sabía dónde había mujeres embarazadas, todo se terminó. Echaron hasta a los ‘chagueros’ que luchaban contra la vinchuca en el norte”.

Hubo intendentes que estuvieron de acuerdo con el pasaje a los municipios de los efectores que dependían de la Provincia. Pero la mayoría se desfinanció y quedó en la nada. “De hecho, hasta el día de hoy todavía estamos recuperando, volviendo a ‘provincializar’ algunos de estos hospitales o centros de salud que habían pasado a las órbitas municipales”, señala el profesional.

Así, en la ciudad Capital junto con el Pediátrico se cerraron los servicios de Obstetricia, Ginecología y Neonatología del Misericordia. “El proceso se agudizó en esa primera mitad del ´99, después de que Mestre perdiera las elecciones”, recuerda Pizzi.

En el caso puntual de la ex Casa Cuna, la explicación oficial al cierre fue que se hacía para abrir el Hospital Materno Neonatal. “Lo que no tenía nada que ver, porque allí se atienden mujeres embarazadas y bebés hasta el mes de vida, mientras que nosotros atendíamos a todos los niños. No se podía reemplazar una con la otra”, agrega el funcionario.

Fueron meses de angustia para el personal y el equipo de salud que resistía sufriendo persecuciones y hasta cortes de luz. La mayoría de los trabajadores fue “pasada” al Materno Neonatal. Los “peligrosos” fueron dispersados, cada uno en un hospital distinto. “Nos sentíamos —dice Pizzi— protegidos por la comunidad, también por los medios de prensa. Por las noches no faltaba nunca algún movilero de Radio Universidad o Cadena 3, que siempre nos acompañaban. Hubo también bandas y figuras del cuarteto que nos apoyaron con festivales, como Cachumba y la Mona Jiménez”.

Resultados

“Durante su campaña, el gobernador De la Sota nos había prometido que no cerraría el Hospital. Pero luego de que él ganó la elección el 20 de diciembre del ´98, Mestre lo cerró lo mismo. Esto causó un perjuicio muy grande a la Provincia, y acá yo quiero destacar el gesto De la Sota, que se encontró con una institución totalmente devastada. No obstante lo cual decidió reabrirla, cosa que fue muy costosa y sacrificada”, detalla.

Tras tomar el mando el 12 de julio de 1999, el actual gobernador nombró a Pizzi como director del Pediátrico el 18 de ese mismo mes. Ese 8 de octubre, el Hospital fue reabierto por decisión del flamante gobierno.

“Lo volvimos a abrir con apenas diez camas, lo habían destruido de tal manera que las cosas que no rompieron las habían robado. Era una cosa muy pequeña con relación a lo que es hoy. Lo único que el gobernador me dijo fue que quería que hiciéramos un hospital que sirviera  a la gente. Y vaya si lo logramos”.

Así comienza la historia reciente de una institución que se fue rearmando para ubicarse entre las más importantes en el concierto nacional, con reconocimientos que llegan incluso desde el exterior. Doctores en medicina y profesores universitarios integran su plantel, y hay tesis y premios entre sus marcas de distinción. Su dirección está hoy a cargo de la doctora Silvia Ferreyra.

El Pediátrico es actualmente una institución médica con muchísima demanda, llegando a atender por año unas 330 mil consultas entre pacientes de la ciudad, el interior y otras provincias.

Cuenta con atención ambulatoria de 8 a 20 horas con 27 servicios en consultorios externos; internación; 74 camas distribuidas en Pediatría, Cirugías, Cuidados Intermedios y Terapia Intensiva; servicios de Diagnóstico y Tratamientos (Odontología, Radiología, Laboratorio, Nutrición, entre otros) y Servicio de Guardia 24 horas.

Desde su reapertura siguió beneficiando a los sectores más vulnerables de la sociedad. Los números indican que en estos quince años se han practicado  2.267.277 consultas médicas; 1.101.388 análisis clínicos y que se asistió a 53.820 chicos internados. También se efectuaron 487.788 placas radiográficas y 494.649 atenciones odontológicas.

Además se realizan actividades extramuros a través de campañas de asistencia y prevención en toda la provincia de Córdoba y provincias vecinas.

Dice Pizzi: “La mejor de las suertes que tuve en mis 14 años como director fue que la gente me felicitaba porque el Hospital estaba limpio, crecía, porque abríamos la terapia, porque los médicos eran buenos y atendían bien. Y yo me decía: ‘Qué suerte tengo, me felicitan a mí y los que hacen las cosas son los otros’. El Pediátrico tiene un plus gigante que son sus empleados, el recurso humano, desde administrativos hasta el equipo de salud. Ellos son los que han hecho todo, los verdaderos constructores”.

“Creo que la tarea bien hecha ha comenzado. Pero como en todos los desafíos de la vida, los horizontes son infinitos, y mañana comienza de nuevo el día cero. Ponernos el guardapolvos, abrir la puerta y esperar que entren los niños para seguir con este reto: el de cuidar la salud de los que menos tienen”, concluye el doctor.