La relación con la política

El Día Internacional de la Mujer es una buena ocasión para recordar que la situación actual de la mujer no es la misma que en el pasado y que, al mismo tiempo, debemos seguir trabajando para que sea mejor en el futuro.

Por muchos años se pensó que la esfera laboral, el mundo del trabajo, era una dimensión exclusiva de los hombres y que las mujeres sólo debíamos ocuparnos de los cuidados del hogar, sin poder salir de la casa.

Por mucho tiempo más aún, se entendió que la política era un escenario donde los únicos actores aptos eran los hombres. Algo así como si las mujeres no tuviéramos el raciocinio suficiente o siquiera un criterio pertinente para discutir los asuntos públicos, que atañen al conjunto de la comunidad.

Tales prejuicios fueron superados con el progreso de la sociedad, a costa de sacrificios personales y de conquistas sociales que lograron el reconocimiento jurídico de derechos.

En nuestro país, el voto femenino y el ejemplo de mujeres como Evita dieron cuenta de que la mujer debe ser reconocida como protagonista de la historia, como sujeto activo en el pueblo organizado y capaz de encuadrar transformaciones sociales beneficiosas para el conjunto de la humanidad.

Naturalmente, la participación y la militancia política implican un fuerte y sincero compromiso social y, sobre todo, sacrificio personal y familiar por el interés colectivo, por el bien del pueblo. Y es muy probable que, para el caso de la mujer, tales esfuerzos muchas veces se multipliquen debido a que las tareas circunscriptas a la esfera doméstica todavía recaen mayormente en ella.

Pero bajo ningún concepto quiero plantear una situación de desventaja. La lucha y el trabajo abnegado están en la naturaleza misma de la mujer. No tengo dudas de que en la política, la mujer se posiciona en igualdad de condiciones y su entrada al escenario público se enmarca en un proceso y una decisión de pasar de una cultura de espectadores a una cultura de actores.

Hoy, son muchas las mujeres, compañeras y militantes de otros partidos, que han asumido el mandato de gobernar a lo largo de la provincia, ya sea como intendentas, edilas o funcionarias.

En mi caso particular, me toca hacerlo como vicegobernadora, formando parte de un proyecto de gobierno que busca generar de manera constante más y mejores oportunidades para hombres y mujeres por igual, siempre con justicia social.

Estoy convencida de que la mirada del hombre y de la mujer no son excluyentes y deben complementarse en los diagnósticos, en los criterios de decisión y en las acciones; en definitiva, en el abordaje de los problemas que encaramos en esta gestión.

El desafío en esta materia es fortalecer una mirada integradora que conlleve la sensibilidad y solidaridad necesarias hacia los temas que conformen la agenda de gobierno. En ese sentido, la decisión de Unión por Córdoba de presentar una fórmula con representación de ambos géneros viene a remarcar esa conjunción necesaria.

Por último, simplemente quiero rendir homenaje a aquellas mujeres que a lo largo de la historia lucharon y dieron la vida, a las que son recordadas y a las que la historia no menciona. Pero principalmente homenajear a todas las mujeres cordobesas, que día a día dan sustancia a esta provincia.