«En la casita me siento en paz»

Se llaman Priscila, Melany, Magalí, Tamara y Mili, tienen entre 16 y 18 años, van al secundario y sueñan con tener un futuro de estudio, trabajo y sobretodo poder ayudar a sus familias. Son las primeras jóvenes que inauguraron la Casa Autónoma para mujeres sin cuidados parentales. El viernes fue un día especial, sabían que vendría mucha gente a acompañarlas y a celebrar la apertura de la «casita», como les gusta nombrar el lugar donde se sienten acogidas. Se despertaron a las 5 de la mañana, con la certeza que arrancaba una etapa distinta de su vida.

“Aquí es diferente, porque vos podés decidir que querés hacer y cómo lo vas a hacer. Te enseñan que vos sos la que elegís que es lo mejor para cada una de nosotras, creen en vos”, dice sorprendida. La libertad es lo que más valoran, saben que es lo que les facilita el camino de aprendizaje hacia la autonomía.

Este nuevo espacio es conducido por la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia, en donde se trabaja en el acompañamiento a las jóvenes sin cuidados parentales en su transición a la autonomía y vida adulta. Este dispositivo es para las chicas que están próximas a egresar de los espacios de cuidado institucional del estado.

Sabían que era un día de fiesta. Con sus labios pintados y peinados sobriamente preparados para el encuentro, contaban la emoción que sentían. Para algunas era un milagro, para otras era como “vivir en un paraíso; es la primera vez que siento que tengo un hogar, me siento en paz», dijo al pasar, Priscila.

Las chicas tienen un pasado complejo, de abandono; “nos pegó fuerte la vida”, dice Magalí y se preguntaba tiempo atrás porqué a ella le pasaban estas cosas. Pero cuenta que entendió que la vida así se le había presentado y que ella ahora se sentía acompañada, cuidada y libre.

Ellas fueron las encargadas de cortar la cinta en la inauguración de la casa de barrio Los Naranjos, junto al ministro de Justicia y Derechos Humanos, Luis Angulo, del Secretario de Senaf, José Piñero, y el Subsecretario Antonio Franco.  Se encargaron de mostrar la casa por dentro, sus cuartos pintados prolijamente de colores pasteles, la cocina y el patio. La casa tiene tres cuartos, en cada uno duermen dos  y  Mili, la más grande duerme sola. Están contentas y valoran la oportunidad que tienen. “Todavía me asombra que nos escuchen y ayuden tanto”, dice Tamara, que todos conocen por Luli.

Este dispositivo cuenta con profesionales, psicólogos y trabajadores sociales que acompañan a las chicas en su proceso de aprendizaje, de adquisición de nuevas herramientas para lograr construir una vida autónoma.

Valoran que tienen libertad para elegir, decidir y sobretodo les da tranquilidad que van a ser acompañadas el tiempo que sea necesario. “Lo que me llegó al corazón fue cuando me recibieron y me dijeron, esta no es una residencia, esta es tu casa»; a ese momento no me lo olvido más, asegura Priscila.

Después de la recorrida por el interior de la Casa, se hizo una ronda en el patio, José Piñero saludó a las chicas y agradeció el compromiso de todos y todas las trabajadoras que habían dejado todo listo para que las «dueñas» de casa pudieran mudarse.

A medida que se hablaba en la ronda, las adolescentes tomaban dimensión del camino que tenían por delante. Conmovidas hasta las lágrimas. «A mí se me vino mi infancia, por eso todavía no lo puedo creer», dice Magalí.

«Es un derecho que tienen ustedes a poder vivir y crecer en un marco de respeto y cuidado», les dijo Angulo y agregó: «es nuestra obligación acompañar a las personas con mayores necesidades, el Estado tiene la obligación de concretar estas políticas públicas. Es una gran satisfacción poder habilitar esta nueva casa».

Con expectativas que se cumplan sus deseos, cada una de las cinco adolescentes, se permiten aconsejar a jóvenes como ellas, que no la están pasando bien. Melany les dice: «que no se queden encerradas, que pidan ayuda, no están solas».

También acompañaron el acto, legisladores, jueces y autoridades de SeNAF y del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos.