El ping pong de Ingrid: próximo destino, los Juegos Evita

“Hay que pegarle a ese cosito”, dice Ingrid, mientras agarra una raqueta y se inclina hasta quedar casi con la cara al ras de la mesa de ping pong. La mirada atenta, afilada, se enfoca en “el cosito”, un cono de plástico rojo del tamaño de un vaso parado en el vértice contrario de la mesa. Parece imposible voltearlo con una pelotita más chica que un huevo, pero ese es el objetivo al que Ingrid dirige todos sus intentos. Si hubiera que definir el esfuerzo alcanzaría con esta imagen: una niña de 13 años devolviendo a raquetazos cada una de las pelotas que le arroja su profesor, el piso del Club Armenio regado de pelotas blancas, más de cien, cada una es un intento.

“El profesor dice que tengo que mejorar el revés”, dice ella. El lunes 22, Ingrid debutará en los Juegos Nacionales Evita que se realizan en Mar del Plata, donde participarán más de 20 mil niños. La delegación de Córdoba es de 40 chicos y chicas. Ingrid integra el equipo femenino Sub 14 de tenis de mesa. Aprendió a jugar al ping pong en su paso por la residencia Felisa Soaje para chicas sin cuidados parentales, que depende de la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia (SeNAF).

Hasta el día que agarró su primera raqueta, Ingrid había practicado un único deporte: era defensora del equipo de fútbol de su colegio, Hector Valdivieso, de barrio Malvinas Argentinas. “La primera vez fue un desastre recuerda Me trajo la profe Verónica y yo revoleaba pelotas para todos lados, no sabía ni agarrar la raqueta”. Eso fue en julio, cuando  Ingrid acababa de llegar a la residencia. Gracias al programa de deporte y recreación del área de Cuidados Residenciales de SeNAF, las niñas y niños conocen clubes y gimnasios de la ciudad, con la posibilidad de comenzar a practicar un nuevo deporte. Ella empezó a entrenar tres veces por semana. “Si bien hay mesa de ping pong en la residencia, es muy importante que ellas puedan conocer e insertarse en estos espacios deportivos”, señala Verónica Seimandi, profesora de educación física, miembro del equipo de Cuidados Residenciales. En Felisa Soaje hay 16 chicas, todas a cargo de Noemí Lembo.

Entrenamiento

Es viernes y faltan menos de dos semanas para los Juegos Evita. Marcelo Bourjakian, coordinador del tenis de mesa del Club Armenio, es el entrenador de Ingrid y las otras dos chicas que viajarán a Mar del Plata. “Hay que fortalecer el saque y el revés”, insiste. Ingrid sigue parapetada sobre una de las mesas, de vez en cuando se distrae jugando con otros niños que entrenan en el lugar. Son las 19 y el salón comienza a llenarse del jugadores de todas las edades. Pese al calor, Ingrid es la única que viste Jean. Acaba de salir de la escuela y viajó, como estaba, desde Malvinas Argentinas hasta barrio General Paz junto a su madre, para no faltar al entrenamiento. “El colectivo es re lechero”, dice y se ríe. Hace unos días dejó la residencia para volver a su casa junto a sus hermanos, está en periodo de prueba. “Pero re extraño a las chicas de la residencia, cuando puedo les escribo”, dice. “Lo más lindo de esto es que voy a conocer el mar y la profe me dijo que me va a sacar a caminar”, cuenta.

“Me siento feliz, muy cómoda, tengo profesores que me ayudan y aprendo cosas nuevas todos los días”, agrega. “En poquitos meses el ping pong me dejó enseñanzas relindas: primero que esto es algo para compartir, aunque a veces jugás sola, también desarrolla tu mente: jugando podés estar pensando en otra cosa y no en tus problemas, te despeja, estas concentrada en la pelota”, dice.

Aunque a veces la concentración se transforma en adrenalina y la adrenalina en descarga: “De vez en cuando me frustro y revoleo un pelotazo”, dice riendo. Ingrid es la segunda de cuatro hermanos hijos de un albañil y una ama de casa. Su madre la acompaña a todos los entrenamientos. “Ahora estamos haciendo un esfuerzo para comprar una mesa, pero son caras”, dice la mujer. Ingrid, que la escucha a pocos metros grita: “¡Si! ojalá puedas, má. Prometo tener paciencia para enseñarle a mis hermanos”.