Desnaturalizar, un trabajo que comienza en casa

Se vienen días de calor, entonces docentes y estudiantes usan ropa más liviana para ir a la escuela. Una alumna viste calzas o musculosas, sus compañeros apunta sus miradas y sus bromas como dardos sobre su cuerpo. La decisión de las autoridades es, entonces, prohibir el uso de calzas. La medida alcanza también a las docentes. Es así: en los acuerdos de convivencia, aunque se trate de reglas no escritas, siempre hay normativas extras que regulan el cuerpo de las mujeres. Y si pasa en la sociedad también pasa en las escuelas.

“Muchas veces lo micro es lo más difícil de ver”, explica Agustina Beltrán, tallerista del Programa Escuelas Libres de Violencia. “Y si no lo vemos en nuestras propias vidas, es difícil que podamos trabajarlo en ámbitos educativos. Entonces, el primer paso es comenzar a desnaturalizar”, agrega. Desnaturalizar, esa palabra tan difícil de pronunciar que sin embargo hace más fácil la vida, es uno de los ejes de trabajo usados en los talleres del programa, coordinado por profesionales de los ministerios de Justicia y Derechos Humanos y Educación, para erradicar patrones culturales y prevenir la violencia.

Este viernes, en la sede del Cirse, 160 directivos y docentes de escuelas secundarias y técnicas de capital participaron del segundo encuentro de formación del taller, relanzado en agosto. Después de una breve introducción a cargo de Patricia Corvalán, coordinadora del programa, y una exposición de los integrantes del programa de Educación Sexual Integral (ESI) del Ministerio de Educación, los 160 inscritos se dividieron en cuatro grupos para trabajar cada uno con dos talleristas. Ese es el momento donde aparece las situaciones concretas en las que la escuela se enfrenta a la violencia de género. Se trabajan ejes como violencia de género y violencia contra la mujer; violencias sexo afectivas, micromachismos, etc.

“La desnaturalización es un trabajo permanente por que nos obliga a vernos a en nuestra vida cotidiana: cómo somos en casa con la división de roles, como nos comportamos con los hijos varones en relación a nuestras hijas”, analiza Beltrán. El programa aborda estas temáticas desde una perspectiva sociocultural y busca ver cómo la cultura, sobre todo a través de la escuela, ratifica ciertos sentidos. “¿Qué es lo femenino? ¿Qué es lo masculino?¿Qué es lo trans?”, se pregunta la tallerista. “Si nos ponemos a ver, a lo trans se lo invisibiliza; y las expectativas sobre lo femenino, en las escuelas, tienen que ver con ser prolijas, pasivas, ordenadas en el aula, mientras que a los varones se les pide potencia, exposición de sus fuerzas. Y si eso no pasa, aunque sea de maneras no escritas, se los ajusta”, finaliza.

El programa fue creado en 2016 y, desde entonces, participaron en la capacitación docentes de más de 550 escuelas repartidas en centenares de localidades provinciales.