Un cambio cultural a la medida de tu talle

Solana perdió la cuenta de la cantidad de veces que salió con las manos vacías de un local de ropa. Al igual que Brenda, que tiene bien presente ese sentimiento de frustración cada vez que las vidrieras la privaban de eso mismo que le ofrecían. Belén sabe y mucho sobre esa historia de vestir con lo que hay y no con lo que se elige, tanto como Matías conoce esa famosa restricción que, disfrazada de explicación, se repetía local tras local: “No, acá a esos talles no los tenemos”.

La inclusión y la igualdad no son términos de diccionario ni ideas abstractas usadas como frases hechas. Contrariamente, se hacen visibles en los devenires plurales de la vida cotidiana, allí donde nos disponemos a integrar y no a segregar y allí donde la frialdad de una ley se entibia con una vida que cambia en el abrazo de una realidad más justa.

Esos cambios, pequeños para algunos y trascendentales para muchos, van dibujando la historia de una cultura que se modifica de la mano de acciones transformadoras, esas que llegan para partir habiendo dejado huellas.

Así, la aprobación de la Ley de Talles deja mucho más de lo que aparenta: deja la satisfacción de una lucha ganada, la convicción de un camino que aún no alcanzó destino y la tranquilidad de que se está construyendo una sociedad más justa.

Sin embargo, entender su envergadura y su alcance implica ampliar la mirada y afinar la profundidad, comprendiendo que las restricciones en el acceso a  indumentaria en todos los talles y para todas las edades habla mucho más de nuestra cultura que, incluso, lo que podamos decir de ella.

Los cuerpos de moda y las imágenes que modelan

El gran triunfo de la Ley, entonces, está en el cambio social que supone; un cambio que no busca instalar caprichosas arbitrariedades sino, fundamentalmente, desterrar falsas representaciones.

Y la Legislatura sintió e hizo sentir ese logro con la presencia de activistas de la causa y de mujeres y hombres que vieron en su sanción el principio del fin para sus tantas desventuras a la hora de comprar ropa.

Es el caso de Solana Weinzetel, directora de Extra Lindas, quien comenzó con su iniciativa de comercializar ropa en talles grandes debido a experimentar en carne propia las limitaciones existentes. Cuenta que su cambio personal estuvo en la capacidad de hacer de aquella situación, su oportunidad de acción:

“Mi historia personal es que en un momento de la vida me ha visto con 30 kilos de más, he salido a buscar ropa y no me he podido vestir. Entonces ahí dije: ‘¿por qué no?’, soy una emprendedora innata, había una necesidad en el mercado que lo pedía a gritos”.

Fue con ese primer paso que tomó consciencia de la importancia de representar y escuchar a los sectores que la moda relegaba a través de fuertes fronteras culturales que el concepto de belleza imponía.

Placa

Al respecto, la socióloga Joanne Entwistle (2002) sostiene que los cuerpos que se saltan las convenciones de su cultura son considerados subversivos en lo que respecta a los códigos sociales y corren el riesgo de ser excluidos o ridiculizados. De este modo, asienta la relación fundante y elemental entre los cuerpos, la indumentaria y la belleza, mediada por fuertes representaciones culturales.

Los estereotipos estéticos, en consecuencia, cumplen una función reguladora de los cuerpos, son imaginarios colectivos que pueden determinarse como modas que influyen sobre lo real modificándolo a partir de ciertos cánones preestablecidos.

Así lo siente también Belén, una joven que enfrentó esas adversidades culturales en las simples cosas, justo ahí donde se libra ese silencioso despropósito de tener que parecer para pertenecer.

“Más allá de cómo uno se ve o se quiere ver, es cómo uno se siente. Cuando vas a un local a querer comprar algo y no tiene o no te entra, empezás a tener en tu cabeza un montón de fantasmas que vienen construidos culturalmente. Eso es lo que se quiere cambiar, ese fantasma que está presente y que genera un montón de patología”.

De esta manera, lo que se pone en tensión, en el fondo, es la construcción de un modelo de belleza, una idea tan arbitraria como estereotipada que, al tiempo que busca imponerse, despliega todo su potencial unificador.

Se abre una puja con un concepto suturado de “lo lindo” y de lo “no lindo” como eje transversal de la moda que moldea al gusto, lo esculpe y fabrica de acuerdo a los ideales del momento. En ese marco, la indumentaria forma parte del sistema de la moda: se trata del producto comercializable en sí, no del sistema, ni mucho menos de su lógica, pero sí las prendas que le dan significado y contenido.

Por eso, porque resignificar la indumentaria y llevarla a nuevos espacios es también una forma de interpelar aquellos estereotipos, desde el año pasado se organiza un desfile de “Talles reales” como forma de detener la marcha y abrir el juego. La cita este año será el 16 de octubre a las 20 en el Centro Cultural Córdoba y el objetivo será, una vez más, contribuir a una sociedad más inclusiva.

Silvina, una de las organizadoras, cuenta que su motivación fue trabajar por una causa justa y necesaria y que, tal como ella cuenta, “como chica de un metro 87 y con unos kilitos de más”, la toca muy de cerca: “una sensación de comprar ropa que debería ser beneficiosa y uno volver contenta, termina siendo una frustración”, comparte.

“Es muy difícil el camino porque la moda es muy exclusiva”, reflexiona Brenda, una joven de la provincia de Buenos Aires que llegó a Córdoba sólo para apoyar la sanción de la Ley de Talles. Y continúa: “Siempre se pretende que uno entre en la moda y no que la moda se adapte a nosotros. Que nos quieran tratar de imponer algo que no somos es lo que termina generando tantas patologías en relación con el peso y la alimentación”.

Desde esta perspectiva, la sanción de la Ley de Talles implicó una transformación en la que el aspecto legal es sólo una dimensión de algo radicalmente más profundo y muchas veces inadvertido: la posibilidad de explicitar una batalla cultural que es gestada desde hace tiempo y que tiene que ver con qué tipo de belleza se nos impone.

Una batalla cultural que tuvo su primer gran logro y es la posibilidad y el derecho de elegir cómo vestirse, ampliando el abanico en lugar de privarlo y empoderando a los sujetos frente a las imposiciones de la moda.

Un cambio cultural que no resiste modelos estándares ni etiquetas prefabricadas, que no llegó para moldear sino para adaptarse a una pluralidad que desborda los límites de lo estereotipado; un cambio cultural que, ante todo y sobre todo, está pensado a la medida de tu talle.