Beata Catalina: la historia de una cordobesa que vivió la Santidad

El 27 de noviembre de 1823, el centro de la ciudad Córdoba -que entonces sólo tenía 10.000 habitantes-, vio nacer a Josefa Saturnina Rodríguez, aquella mujer de familia política, cultural y religiosamente famosa, quien cuatro décadas más tarde se convertiría en la Madre Catalina de María, Fundadora de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús.

Catalina fue bautizada en la Catedral, y criada en una casa que estaba donde hoy es la Plaza de la Intendencia: una neta cordobesa, no sólo por su lugar de nacimiento y crianza, sino también -según las memorias que la caracterizan- por su humor, su temperamento, y su manera de resolver las situaciones que se le planteaban.

“Como toda mujer de la época, no iba a la escuela, no tenía formación, pero la familia de Catalina tenía el sello jesuítico, en lo social, lo cultural y lo religioso. A los 3 años muere su mamá, y a los 8 su papá. A los 17 años hace sus primeros Ejercicios Espirituales, algo muy propio de los Jesuitas, y allí siente por primera vez su vocación: ella quería ser como los Jesuitas, pero en mujer, algo que era imposible para la época porque las mujeres estaban puertas adentro, más las religiosas”, cuenta la Hermana Silvia Somaré, Esclava del Corazón de Jesús, quien ha investigado la vida de Catalina y escrito libros sobre ella.

A los 28 años, Catalina se casó con el Coronel Manuel Zavalía, un viudo que tenía dos hijos. Con él formó su familia, y tuvo una hija que murió al nacer. En 1865, 13 años después, enviuda y allí es cuando renace con fuerza su primera vocación. Le preocupaba que ediliciamente a Córdoba le hiciera falta una Casa de Ejercicios, y para eso piensa en su terreno.

Según ella misma lo cuenta en sus Memorias, el 15 de septiembre mientras iba de camino a rezar al Monasterio de las Catalinas, la inundó el “pensamiento que tenía un terreno bastante grande en el que se podía edificar una Casa de Ejercicios y formar una comunidad de señoras que estuviesen al servicio de ella. Observaríamos las reglas del Instituto de San Ignacio, enseñaríamos los domingos la Doctrina a las niñas y asilaríamos a esas mujeres que se llevan a Ejercicios casi por fuerza y después de concluidos vivirían con nosotras, les enseñaríamos a trabajar”.

“Causa pena verlas volver a los mismos peligros compelidas muchas veces de la necesidad. Me preocupó de tal todo este pensamiento que absolutamente no pude hacer otra cosa en todo el tiempo que estuve en la Iglesia, por más diligencia que hice en visitar a lo menos al Santísimo Sacramento, pues me causaba temor pasar el tiempo pensando solo en esto que tanto me había satisfecho”, relata Catalina en sus memorias.

Pero lo que la conmueve y la saca de ella misma es la situación precaria que vivían las mujeres de la época, por lo que piensa para ellas un plan de vida en el que involucra su propia vida. “Formó una comunidad de señoras al servicio de las mujeres. Señoras eran aquellas casadas o solteras que tenían un buen apellido, un buen abolengo, o dinero”, señala Silvia Somaré, y añade: “Mujeres eran las sirvientas, esclavas, prostitutas, negras. Catalina da vuelta el paradigma: serían señoras al servicio de las mujeres, para protegerlas y porque les da pena verlas en peligro por la necesidad”.

Luego de siete años de arduo trabajo, entre ellos en la epidemia del cólera, en 1872 fundó en la provincia el instituto de las Hermanas Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, dedicado a la educación y promoción de la mujer y atención de casas de ejercicios espirituales. Esta congregación se expande de manera posterior por todo el país, y tras su muerte se continúa por Chile, España y África.

La Madre Catalina murió el 5 de abril de 1896, en el atardecer de un domingo de Pascua, y fue declarada venerable el 17 de diciembre de 1997 por el entonces papa Juan Pablo II.

Su legado

“Ella transgrede sin darse cuenta. Catalina decía que había que ir donde el Corazón de Jesús nos llevara, sea a la Sierra o al fin del mundo”, relata Somaré y agrega: “Un legado muy lindo de Catalina es trabajar a la par de los laicos, compartiendo la Misión. Fue una gran mujer, que había sido silenciada pero no fue silenciosa. Que respondió al llamado de humanizar la humanidad, con su tinte de tender puentes, proteger, ayudar, empatizar. Todo lo que hizo por la promoción de la mujer lo hizo sin verse a ella misma, sino porque había que dejar el mundo un poco mejor”.

El Milagro para la beatificación

Sucedió en Tucumán, donde las Hermanas Esclavas tienen un Colegio. Sofía, madre de una profesora del instituto sufrió una muerte súbita y fue auxiliada por su hija, su esposo y un vecino, quienes la llevaron sin signos vitales a una clínica. Más de quince minutos pasaron hasta llegar al nosocomio, donde los médicos intentaron la reanimación mientras la familia rezaba la oración a Madre Catalina. Pasados aproximadamente veinte minutos de vanos intentos para lograr que el corazón volviese a funcionar –sin signos vitales ya llevaría unos 40 minutos-, el médico decretó el fallecimiento. La hija y el esposo le pidieron al profesional que siguiera intentando, pues estaban seguros que Madre Catalina también estaba actuando con ellos. El médico hizo un nuevo esfuerzo, más allá de los protocolos, y comprobó que aunque se había decretado la muerte biológica, la señora comenzó a tener actividad cardíaca. La evolución fue inmediata y sin secuelas. Hoy, más de 20 años después, Sofía goza de buena salud y es el ejemplo vivo de la gracia de Catalina.

La Beatificación, en el Centro Cívico

La ceremonia de Beatificación de la Madre Catalina se realizará el sábado 25 de Noviembre a las 10 horas, en el Centro Cívico del Bicentenario, ubicado en Rosario de Santa Fe 650. Esta celebración estará presidida por el Cardenal Ángelo Amato, Prefecto para la Causa de los Santos enviado del Santo Padre Papa Francisco. El Arzobispo de Córdoba Monseñor Carlos José Ñáñez, será el anfitrión de la ceremonia como Pastor de la Iglesia Católica local.