Un museo en la calle y al aire libre

En calles saturadas de tráfico y de gente que camina apurada, se asoman coloridas imágenes en esquinas, plazas y paredes.  Una ciudad en miniatura,  las fauces de un cocodrilo, ojos en medio de un espiral de color y una mujer recostada, son algunas de las figuras estampadas en distintos puntos del centro cordobés.

En medio del ritmo acelerado de la vida urbana, estas imágenes son un guiño a la imaginación, la curiosidad o la sorpresa. Porque es difícil pasar cerca de un mural urbano y no dedicarle aunque sea una mirada rápida. Aunque no es un fenómeno nuevo, en los últimos años los murales se multiplican en varios rincones de la ciudad.

Sus protagonistas son artistas desconocidos para el gran público, aunque en muchos casos tienen trayectoria en el mundo del arte. Pero la frontera entre el arte y la calle parece atravesada por el muralismo, una expresión del arte urbano que hace del espacio público el lugar para que circulen pinturas, artistas y espectadores.Murales10

El arte urbano “es un museo abierto, donde la gente puede ver las obras sin pedir permiso. Las personas pasan sin prejuicios, preguntan y se involucran”, explica Zulma Cepeda, de la Agencia Córdoba Cultura, que desde 2012 impulsa un proyecto que revaloriza esta expresión artística popular. Esta iniciativa coexiste con otros programas de fomento, tanto oficiales como privados, y con intervenciones independientes.

“La idea es apoyar el trabajo que venían desarrollando artistas plásticos, graffiteros, artistas urbanos, diseñadores industriales y diseñadores gráficos”, acota Cepeda.  A través del programa de la Agencia, ya se completó el primer circuito, en los que participaron 47 artistas y 20 alumnos de la Escuela de Cerámica Fernando Arranz.

Este tipo de expresiones visuales en el espacio público tienen una historia fructífera en buena parte del siglo XX. Abarca la tradición del arte político mexicano, las expresiones de la contracultura de la década de 1960, y más recientemente en el graffiti y el street art, vehículo de comunicación de las juventudes.

Aunque lo aunador es el arte callejero, existen diferencias en el street art y el muralismo. En el street art el intervencionismo de un espacio público o privado es casual y hecho casi a escondidas para mostrar la transformación de objetos de la ciudad; y eso es parte de la obra. En el muralismo se trata de una obra pactada y definida.

A diferencia del trabajo solitario en el taller, producir en la calle supone un contacto con el entorno y la gente, que es un de las experiencias que marcan a fuego a los artistas urbanos.

“Salimos de la universidad y compartimos el trabajo en el exterior con el público. Para nosotros es importante poner el trabajo ahí, y que sea interpelado y completado por el público a la vez”, comenta Boyo Quintana, artista plástico y docente universitario, quien junto un grupo de alumnos hizo un mural en el Parque de las Tejas cargado de simbologías de la cultura precolombina.

En esa línea, Horacio French, otro de los artistas convocados por Cultura, comenta que “trabajar afuera genera interacción con los vecinos, que se apropian de esas paredes. Siento que estos murales son una obra colectiva, no cuento con adueñarme de ese trabajo”.

Una experiencia parecida vive Mariano Fernández, para quien su mural juega y dialoga con los espectadores que “vienen a tomar unos mates y se quedan a pasar un rato en el parque. Siempre he pintado en la calle y me gusta porque la gente puede parar y ver la obra en este ámbito”.

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Pulso urbano

Tan importante como la interacción con el público son las posibilidades expresivas que el arte urbano ofrece a los artistas.  Se pinta con aerosol, rodillos y pinturas al látex. “Se usa lo que necesitas para generar efectos, texturas y demás. Los materiales dependen del artista. Yo uso todo lo que tengo a disposición”, dice Fernández, quien además remarca que el muralismo permite trabajar en formatos grandes, opinión que comparten la mayoría de sus colegas.

Es que el muralismo es una expresión de la vida urbana, que combina elementos propios del lenguaje de la plástica con la materialidad de la ciudad. Las paredes son una suerte de lienzo donde el autor plasma su trabajo.

Pero también es una experiencia propia de las ciudades en otro sentido, menos tangible pero igualmente visible. Si bien no hay reglas escritas, muchos murales incorporan elementos propios del imaginario de la cultura urbana, como el cómic, el manga, el animé, el hip hop, el rock, pero también el realismo y el arte abstracto, e incluso la simbología de los pueblos originarios.

Así, como testigo de su tiempo, el muralismo se nutre del ritmo frenético de las ciudades. Pero al mismo tiempo aporta una presencia -colorida, sorprendente, interactiva, pública- que enriquece, al menos un instante, la experiencia urbana.

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