“Son nenas, ¡¿cómo se van a comportar así?!”

¿Por qué a las chicas se les pide venir con ropa suelta?. ¿Por qué Andrea no puede jugar al fútbol en la hora de educación física?. ¿Por qué una alumna de 2do grado interpela a su maestra que no la saluda cuando dice ‘buenos días chicos’?. ¿Por qué a los profesores les cuesta llamar a un alumno por el nombre que responde a su identidad de género?. Todas estas situaciones que pasan comúnmente en las escuelas, -reflejos de una cultura heterónoma y patriarcal-, fueron analizadas y debatidas por 130 docentes que participaron de otro encuentro del programa Escuelas Libres de Violencias.

Cuando se trata de promover la igualdad de géneros desde el ámbito educativo, el trabajo es intenso porque hay que replantearse las propias creencias que se tienen asignadas a cada sexo o género, y desandar un camino de aprendizaje. Como asiente Silvia, directora de primaria en la localidad de San Agustín, “hay cosas no resueltas que tenemos nosotros como adultos”.

Para eso, el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos y el Ministerio de Educación promueven entre docentes el encuentro, el debate, y el análisis de conceptos teóricos que ayudan a entender la violencia de género y a alojar en las escuelas la perspectiva de género, a través del programa de capacitación que busca transformar los patrones socio culturales que naturalizan la desigualdad.

En esta oportunidad les tocó encontrarse a directivos y docentes de los tres niveles educativos de los departamentos Calamuchita y Santa María, en la sede de Cirse en Capital.

Aparte de venir a escuchar, cada uno y cada una traen sus experiencias, sus estrategias para promover la igualdad  y las comparten. Esto es lo que rescata Laura, maestra de un Jardín de Infantes en Los Cedros: “La posibilidad de intercambiar y visualizar el trabajo de los otros colegas, hace visualizar el trabajo que uno hace”.

Elizabeth, directora de una escuela secundaria en Alta Gracia, cuenta que donde más ve la violencia entre sus alumnos es en el noviazgo, “violencia física y simbólica”. “Hacemos una intervención curricular a través de los profes, armamos un grupo de docentes con perspectiva de género que trabaja el tema en los cursos, y además tenemos dos jornadas especiales de violencia de género”, relata sobre los pasos dados por la escuela para ayudar a cambiar la realidad. Su posición personal también ayuda, acompaña a cada estudiante, o incluso a colegas, para que se empoderen: “Trato de hacerles entender que no es lo que se merecen. Trato de empujarlas a que puedan abrirse y decir ¡basta a la  violencia”!, afirma Elizabeth.

Silvia, cuenta que en la escuela primaria que preside, en educación física nenas y nenes se mezclan, juegan todos y todas al fútbol, y que en el comedor son todas mesas integradas con ambos sexos; que a la basura la levantan todos juntos, y que en los campamentos tantos los varones como las mujeres tienen las mismas tareas. “Me voy pensando ¿qué otra cosa puedo romper?” dice metafóricamente. Y piensa en las hileras para formarse y pasar al comedor: ya no se dividirán por género.

En varias zonas, se escucha lo mismo, “veo mucho una escuela matriarcal de madres presentes, pero de padres que gobiernan”, describe Silvia. La escuela donde trabaja Laura se sitúa en una población urbano marginal donde las madres no trabajan, cuidan los chicos, los llevan a la escuela, dependen del dinero que les da el marido. “Cada vez que proponemos algo responden: le voy a preguntar al papá, y son ellas las que están con los niños!” se admira Laura.

La problemática de violencia de género se filtra en las aulas desde el resto de la comunidad educativa. “Sabemos de mamás que sufren de violencia de género, e incluso el año pasado hubo un femicidio”, agrega Laura.

Debido a esto, la capacitación Escuelas Libres de Violencias de Género comprende la creación de un proyecto institucional del establecimiento escolar para abordar las situaciones de desigualdad, que involucre a la comunidad, familias e instituciones de la zona.

Y lo esencial es despertar las preguntas. Preguntas como ¿por qué lo hacemos así?, ¿en qué basamos la normativa del establecimiento escolar?, por ejemplo. Porque es posible que encontremos uno que otro prejuicio en sus fundamentos, señala Agustina, tallerista del programa.