¡Feliz día a todos los educadores cordobeses! 

Cada 11 de septiembre se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento, este año es el 130. Y es justamente en honor de quien es recordado como el padre de la escuela pública que hoy celebramos el Día del Maestro, más allá de las polémicas alrededor de su figura como periodista, escritor, militar y estadista.

Y los aniversarios tienen esa doble vocación: por un lado, convocan a festejos y, por el otro, a las reflexiones. Y es en esta última parte, en la que queremos detenernos.

Por un lado, en cuáles son las transformaciones –no sólo organizacionales, curriculares, administrativas, institucionales sino fundamentalmente culturales– que estamos promoviendo para hacerle justicia a la visión democratizadora de la educación que expresa Sarmiento.

Pero, también y fundamentalmente, lo que se debe conservar de ese ideal de la escuela pública: el profundo convencimiento de que todos pueden aprender. Que no importa el punto de partida de los estudiantes: es la escuela y es la educación las que hacen la diferencia.

Este optimismo pedagógico, del que muchos autores hablan, es en definitiva el que hace posible la escuela. No hay escuela si no hay maestros y profesores que crean en las capacidades y las posibilidades de sus estudiantes.

Un buen maestro, un buen profesor, lo sabemos todos, es aquel que quiere: no en el sentido voluntarioso, sino amoroso. Ser docentes nos exige querer: nuestra tarea y a nuestros alumnos. Ellos saben cómo los miramos y que esa manera de verlos, de expresarles nuestra confianza hacen posible la enseñanza y el aprendizaje.

Sólo si estamos convencidos de la capacidad transformadora de la educación y hacemos propia la idea de que nuestro trabajo en el aula permite acortar las brechas que producen las desigualdades sociales, la escuela podrá aportar a la justicia social.

Por eso las transformaciones y avances que hemos llevado adelante entre todos en estos últimos años, por sí solos no bastan. La defensa de lo público supone comprometerse a que la igualdad y la calidad educativas sean, además de un horizonte de posibilidades, una certeza.

La obligatoriedad de las salas de cuatro; la universalización de las de tres en sectores vulnerables; la incorporación de la jornada extendida en todas las escuelas primarias; el nombramiento de figuras nuevas en el secundario para acompañar la trayectoria escolar de los alumnos; el nuevo régimen académico; las escuelas experimentales ProA y el Instituto Superior de Estudios Pedagógicos, son algunas de las políticas que necesitan de ustedes: maestros y profesores convencidos de que garantizar el derecho social a una educación de calidad es una responsabilidad que, con distinto orden y alcance, nos compete a todos.

En este tiempo en que solemos repetir que no hay mejor lugar para los chicos que la escuela, los docentes que hacen la diferencia son aquellos que se preocupan por que sus estudiantes aprendan. A todos quienes miran amorosamente a sus estudiantes, que los escuchan, pero a la vez son exigentes con ellos, claros en los límites, a todos quienes han encontrado en la docencia un camino de realización, de alegría, compromiso y crecimiento, les deseamos nuevamente un muy feliz día.

*Ministro de Educación y Secretaria de Educación de la Provincia de Córdoba.