11 de septiembre, Día del Maestro: de balances y celebraciones

Los aniversarios tienen esa doble vocación: por un lado, convocan a festejos y, por el otro, a las reflexiones. Y este 11 de septiembre, cuando recordamos a quien es considerado el padre de la escuela pública, lo hacemos pensando en lo que hemos logrado y lo que nos falta, para hacer justicia a esa visión democratizadora de la educación que expresara Sarmiento.

Y hacemos este balance ahora, porque desde el inicio de nuestra gestión, hemos trabajado para generar las condiciones que permitan que la igualdad y calidad educativas no sean sólo un horizonte de posibilidades, sino una certeza.

La obligatoriedad de las salas de cuatro en los jardines de infantes; la universalización de las de tres en sectores vulnerables; la incorporación de la jornada extendida en todas las escuelas primarias urbanas y en las rurales de más de 60 estudiantes, es decir, más del 45 por ciento de las escuelas primarias estatales pasaron de cuatro a seis horas diarias, lo que significa haber agregado 90 días de clase. Esto redunda en intensidad pedagógica con niños ingresando a nuevos campos como la ciencia, el arte y la música.

El nombramiento de figuras nuevas en el secundario –como coordinadores de curso– para acompañar y garantizar la trayectoria escolar de los alumnos; la promoción de los acuerdos escolares de convivencia; el nuevo plan de estudio para las escuelas técnicas y los diseños curriculares para los niveles inicial, primario y secundario y para los profesorados, son algunas de las políticas en las que nos hemos sentido acompañados por cada uno de los docentes y profesores que están convencidos que garantizar el derecho social a la educación es una responsabilidad que, con distinto orden y alcance, nos compete a todos.

Un conocido pedagogo, Daniel Pennac, escribía en uno de sus libros más reconocidos, sobre cómo el compromiso docente, la preocupación por los estudiantes, es perceptible de inmediato en la manera de mirar, de saludar y de distinguir cada rostro en clase  y cómo ello permitía u obturaba la posibilidad de enseñar y aprender: “Una sola certeza, la presencia de mis alumnos depende estrechamente de la mía: de mi presencia en la clase entera y en cada individuo en particular, de mi presencia también en mi materia, de mi presencia física, intelectual y mental, durante los cincuenta y cinco minutos que durará mi clase”.

Sabemos que la docencia nos exige un profundo amor. Amor por nuestra tarea, la de enseñar, pero también y fundamentalmente por nuestros alumnos, lo que nos compromete por sus aprendizajes.

Sólo si estamos convencidos de la capacidad transformadora de la educación y hacemos propia la idea de que nuestro trabajo cotidiano, en el aula, es el que posibilita acortar las brechas que producen las desigualdades sociales, la escuela podrá hacer un verdadero aporte a la justicia social y el progreso para todos.

Así, es la escuela el territorio donde la sociedad habilita la convivencia del presente con las mejores realizaciones de la ciencia, la cultura y los avances académicos. El lugar donde se promueve el encuentro de todos en paz, de la sociedad que proyectamos y donde vamos a habilitar personas en todas sus capacidades para poder ser emprendedores y de asumir los desafíos para el desarrollo social, cultural y científico.

En reconocimiento a quienes se esfuerzan por garantizar la igualdad y la calidad educativas, de quienes asumen su protagonismo en una justa distribución del conocimiento y contribuyen a alcanzar las metas de justicia social y progreso para todos, el ministro de Educación, Walter Grahovac y la secretaria de Educación, Delia Provinciali, en representación del Gabinete de Educación, hacen llegar un fraternal saludo a los docentes en su día.

*Ministro y secretaria de Educación de la Provincia de Córdoba.