Rodrigo García: «Hago teatro con un sentido esperanzador”

El director y dramaturgo Rodrigo García se ilusiona con despertar la discusión entre el público. Es consciente de que su obra no va a gustar a todos, pero desea que luego de ver “Gólgota Pícnic”, se sienten a debatir sobre lo que les pasó con esa pieza teatral.

García es argentino y vivió hasta los 22 años en un barrio porteño. Hijo de un papá carnicero y una mamá verdulera, con amigos albañiles, no sabe cómo llegó primero a los libros y luego al teatro. Era la época del surgimiento de la democracia en Argentina, comenzaba el gobierno de Raúl Alfonsín y muchos exiliados volvían al país. Pero para él fue el momento de partir, y se fue a Madrid.

«No fue fácil», dice y recuerda que tuvo que remar mucho contra la corriente. «España es un país conservador, siempre apoyó el teatro clásico y no al experimental», como el que dirige él. El golpe de suerte lo tuvo cuando lo vieron unos productores franceses. Desde ese momento participó siempre en festivales de aquel país y su trabajo comenzó a ser reconocido. Hoy vive en Francia y dirige el Centro Dramático de Montpellier.

Gólgota Pícnic hace referencia al lugar donde fue crucificado Jesucristo. Para García, la obra tiene que ver con la teología, pero dice que en realidad se trata un pretexto para hablar de cosas que le pasan a él mismo, de las que nos pasan como sociedad, la que nos gustan y las que no.

La obra la presentó en diversos países y en todos tuvo respuestas disímiles. En Polonia fue objeto de una fuerte censura y, sin embargo, hubo al mismo tiempo una reacción “muy bonita”, porque otra gente pasó a leer los textos en las plazas de diferentes ciudades, según cuenta. En Francia la obra fue cuestionada, pero el director advierte que «siempre son los mismos grupos ultra católicos» los que la quieren censurar.

Esta es la primera vez que viene a Córdoba y la sexta a Argentina. En Buenos Aires la presentó hace poco y la respuesta del público fue “interesante”. No hubo problemas, la tomaron como una obra de teatro más.

La escenografía es muy particular. García la describe como una especie de instalación escénica en la que el suelo está lleno de panes y hamburguesas puestas todas juntas. “Es un nuevo milagro de la multiplicación bíblica, ahora en el estilo McDonald´s».

La obra es una crítica al mundo del consumo, al liberalismo económico, dice, aunque tampoco la considera radicalmente política, sino más bien un planteo filosófico. «Nos preguntamos sobre si podemos vivir juntos, si podemos amarnos y el porqué de tanta violencia».

Para Rodrigo García, hacer teatro cumple una doble función. Primero, poder vivir «de una manera vulgar», dice. «Y luego distraerme , tener una motivación, poder vivir con un mínimo de esperanza».