La calle de los caracoles en el Cerro Colorado

En 2019, se concretó la obra pública de mayor envergadura en la historia de Cerro Colorado, con la llegada del sistema troncal de gas natural y fibra óptica para esa localidad del norte provincial. Antes del soterramiento del gasoducto, se llevó a cabo la excavación planificada por el estudio de impacto arqueológico.

Dicho estudio, vale señalar, se ajusta a la ley 5543 de Protección de los Bienes Culturales de la Provincia y la Resolución 181, que reglamenta las actividades en sitios considerados de riesgo arqueológico y paleontológico. La Agencia Córdoba Cultura, por intermedio de la Dirección de Patrimonio Cultural, es el organismo encargado de la aplicación de la normativa que custodia la preservación del patrimonio.

Investigaciones recientes, aportan nuevas conclusiones sobre otras prácticas que habrían contribuido a construir la identidad de los pueblos originarios en el pasado de la localidad. 

La excavación dejó al descubierto, en dos calles del casco urbano, un hallazgo arqueológico sin precedentes en la provincia de Córdoba. “Nos referimos a un hecho que es de dominio público y que corresponde a la mayor área funeraria registrada en la región de Sierras Centrales, donde se produjo el rescate de una gran cantidad de restos óseos pertenecientes a los antiguos pobladores indígenas del lugar”, afirma el arqueólogo Luis Tissera, a cargo del Museo Arqueológico Cerro Colorado, unidad que depende de la Agencia Córdoba Cultura.

Los Borus

Antes de la excavación relacionada al estudio de impacto arqueológico, se habían identificado en una de numerosos fragmentos de un tipo de caracol denominado genéricamente como Borus.

El Borus es el molusco terrestre de mayor tamaño de Sudamérica. Actualmente habita en una amplia área en nuestra provincia, siendo común encontrarlo en los jardines de algunas viviendas urbanas.

Junto a estos fragmentos, también se hallaron algunas cuentas arqueológicas realizadas a partir del caparazón de ese animal. “Estas cuentas, mencionadas en las fuentes etnográficas del siglo XVI como “chaquiras”, fueron utilizadas por los pueblos originarios para confeccionar collares, diademas o como adornos que se llevaban cosidos a la vestimenta”, agrega Luis Tissera.

Debido a que el hallazgo de ese tipo de caracol era muy frecuente en esa calle, especialmente después de una lluvia copiosa, los arqueólogos y arqueólogas llamaron al lugar como “la calle de los Borus”.

La presencia de estos fragmentos junto a algunos adornos motivó a los investigadores a proponer la hipótesis de que el área conformó en el pasado un lugar destinado a la fabricación de cuentas ornamentales o “chaquiras”, actividad que explicaría la cantidad de desechos producidos al romper estos caracoles.

¿Una artesanía local?

“Sin embargo, a pesar de esta asociación entre adornos y fragmentos de Borus -dice Luis Tissera-, para contrastar esta hipótesis teníamos el problema de que al ser esta una calle pública, resultaba muy difícil determinar si los caparazones de este caracol habían sido rotos por la acción del hombre, en este caso los antiguos pobladores indígenas de Cerro Colorado, o bien por el tránsito vehicular y la acción de máquinas niveladoras que realizan un periódico mantenimiento vial”.

A partir de la excavación de rescate arqueológico mencionada al inicio, “en la zanja que hoy contiene el gasoducto se obtuvieron cerca de dos millares de fragmentos de Borus y algunas cuentas”, precisa Luis Tissera.

Estos materiales fueron analizados con la colaboración de la doctora Sandra Gordillo, bióloga de CICTERRA-CONICET y especialista en moluscos.

“Los estudios interdisciplinarios llegaron a la conclusión de que estos fragmentos de Borus habrían sido rotos de manera intencional para obtener pre-formas destinadas a elaborar adornos”, revela Tissera.

Más adelante, el arqueólogo comenta: “Resulta curioso que en distintas excavaciones y sondeos arqueológicos realizados en otros sectores de Cerro Colorado, hasta ahora no se hallaron fragmentos de este caracol, por lo que esta actividad de procesar los caparazones de Borus para reducirlos a cuentas ornamentales solo ocurrió en este preciso lugar y no otro. Cabe destacar, que el hallazgo de este tipo de adorno resulta frecuente en numerosos sitios arqueológicos de nuestra provincia, sin embargo, hasta el momento no se cuenta con evidencias claras vinculadas a lugares de producción, como hemos podido identificar hoy en Cerro Colorado”.

Nuevos interrogantes

Si bien los análisis de este conjunto de elementos han permitido ofrecer una respuesta a un problema arqueológico, se han suscitado otros interrogantes, por ejemplo: “¿Porqué en “la calle de los Borus” hay miles de fragmentos de este molusco y en toda la localidad hay tan pocas cuentas terminadas?”, se pregunta el investigador Luis Tissera.

“Una hipótesis puede ser que la producción de adornos estaba destinada a satisfacer una demanda no local -sostiene el investigador-, lo que implicaría la posible existencia de una red de intercambios con otros grupos indígenas, investigación que debemos profundizar a nivel regional”.

Luis Tissera subraya el valor simbólico de estas piezas. “Resulta curioso el hecho de que el lugar donde se fabricaron estos adornos ocupe el mismo espacio que el área funeraria -formula-, lo que sugiere que esta producción ocurría en un contexto altamente ritualizado, de modo que estos caracoles y cuentas, más allá de sus cualidades estéticas, también incorporaban en su producción un valor simbólico para estas sociedades”.

Identidad en construcción

La importancia de este hallazgo suma una nueva faceta a la identidad de los antiguos habitantes de Cerro Colorado, cuyo legado en las pinturas realizadas en los aleros resulta único para la arqueología.

“Esta antigua sociedad de “pintores” también se destacó por la fabricación de adornos de caracol”, destaca Luis Tissera, “objetos que posiblemente integraron una red de intercambio”.

“Las habilidades desplegadas socialmente, como las prácticas que conforman el arte rupestre o la fabricación de objetos culturales, no solo regularon las relaciones sociales de los antiguos pobladores de Cerro Colorado, sino que contribuyeron a la construcción de una identidad,caracterizada por saberes y prácticas desarrolladas localmente que los diferenciaban de sus vecinos comarcanos”, concluye el investigador.