Manuel Castells: “El mensaje sigue, vive eternamente”

En la intersección entre lo social, la irrupción de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TICs) y las nuevas prácticas culturales que se le asocian se esconde un nombre que resuena con fuerza e insistencia en el campo de las ciencias.

Ese nombre es Manuel Castells, quien visitó la ciudad de Córdoba para recibir el doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional de Córdoba. Fue en ese marco en el que accedió a una entrevista para la revista “Acción”, publicación que se encuentra a cargo del Ministerio de Ciencia y Tecnología de la provincia de Córdoba.

Su trayectoria se traduce en un extenso currículum que, como pasa siempre con los grandes hombres del campo del conocimiento, no sólo habla de lo que hizo o logró, sino, fundamentalmente, de los pasos que contribuyó a dar en el escenario de la comunicación actual.

Nació en España, y estudió Derecho y Economía en la Universidad de Barcelona; posteriormente, concluyó la carrera de Sociología en Paris para, finalmente, doctorarse en la Universidad Complutense de Madrid.

Docente y académico de un importante número de prestigiosos centros académicos del mundo, Castells ha sabido hacer de su trayecto personal una imponente trayectoria profesional. El origen de su obra estuvo signado por una serie de exilios forzados que debió afrontar: huyó del franquismo primero, de los coletazos del Mayo Francés después, para recalar en el Chile de Allende. Sin dudas, aquel perfil multicultural tiene mucho que ver en la visión amplia y variada que caracteriza a su pensamiento.

La primera referencia que se le invita a hacer tiene que ver con su visión respecto a los medios de comunicación social en la actualidad. La pregunta disparadora apuntaba a cómo el rol de los medios parece haber mutado hacia una dimensión más mundana o, quizás, menos científica.

Su opinión al respecto fue contundente: “Los medios siempre han sido muy malos”. En tal sentido, comenta que, a excepción de televisiones especializadas, públicas o educativas, “la televisión es entretenimiento, no es información”.

“De hecho, se ha acuñado el término info-entretenimiento; incluso cuando son informaciones duras como escándalos políticos, la forma de presentarlas es el show porque esa es la fórmula. Primero se entretiene, luego se informa”.

Así, el sociólogo apuntala la calidad en los formatos periodísticos y abre la discusión sobre cuáles son los elementos constitutivos de la labor periodística y qué resulta de ésta cuando es atravesada por las lógicas empresariales que se constituyen en las condiciones de base de los medios de comunicación.

A la vez, la información como entretención y divertimento conduce a un horizonte poco creativo y demasiado recurrido por el quehacer periodístico: la superficialidad en los abordajes. Los abordajes que indagan sólo en la superficie de los sucesos, impiden ver y pensar en la estructuralidad de los acontecimientos sociales, ofuscando y limitando la capacidad de comprensión del presente social.

“Hay intentos interesantes en algunas partes del mundo de introducir contenidos serios sin cambiar el formato. Porque a los programas de difusión científica, a nivel estadístico, no los ve nadie. Por ejemplo, en la BBC, que para mí es la mejor televisión del mundo, a la información general la ve muchísima gente, pero los programas especializados de la vida sexual de los pajaritos los ve menos del uno por ciento”.

En ese sentido, las reflexiones del académico se posan justo allí donde resuenan los interrogantes sobre el porqué de determinados consumos culturales: ¿dónde se esconde el éxito de los contenidos que banalizan las informaciones y espectacularizan los abordajes?, ¿por qué el rechazo a las informaciones serias o duras que proponen algunos espacios televisivos?

“No es porque la gente sea estúpida, sino que la televisión es el momento de evasión después de una vida cotidiana dura, de trabajo, de los niños, de los problemas por no poder pagar la hipoteca, etc. Muchas investigaciones demuestran que cuando la gente llega a su casa, con el último brote de energía, le da lo mismo cualquier canal. Cualquier contenido serio en ese momento no tiene lugar. A la política sí, porque es parte del show. Pero una teoría seria no”, reflexiona.

Por otra parte, el tipo de exposición y de consumo debe abrir el debate también sobre la influencia que poseen los medios de comunicación sobre la sociedad; sobre cómo el entramado mediático y sus lógicas de producción contribuyen a un determinado conocimiento del mundo y a una particular forma de significar los acontecimientos que lo componen. A la luz de eso, Castells ilustra dicha relación a partir de una experiencia que le es propia en una universidad al sur de California en la que se desempeña:

“Nosotros estamos muy cerca de todo lo que se produce en Hollywood; las investigaciones demuestran que, al menos en Estados Unidos, el 75 por ciento de los conocimientos de salud que tiene la gente, de cómo se cura una enfermedad, qué remedios les dan y a qué procedimientos del hospital los lleva, los tienen por las series televisivas. Entonces son totalmente erróneos porque los que escriben los guiones los escriben efectivamente para el entretenimiento y no se preocupan si tomar esta píldora o aquella es lo correcto”.

Bajo otra línea de análisis, la entrevista atravesó los temas vinculados a la comunicación y a la política y a cómo desde los medios de comunicación se construye sentido desde una posición, a veces expresable y otras menos advertida, que termina condicionando el complejo y multideterminado campo político.

Al respecto, sobre la influencia de los medios en el caso Podemos de España y en los resultados electorales en América Latina, Castells afirmó con contundencia que la participación mediática es “fundamental”:

“Por un lado, hay una dinámica propia de los medios de comunicación: desvelar la corrupción de los poderosos es fantástico, porque allí el periodista se siente con poder y además haciendo cosas buenas. Pero hay otro elemento: los medios de comunicación no son neutros. Los  medios de comunicación son corporaciones y políticos; hay poder político y poder económico detrás de cada medio de comunicación”.

Sin embargo, el autor diferencia y distancia a los medios de comunicación de los periodistas que los forman y que, desde ese lugar, informan:

“Para mí los periodistas, lo digo sinceramente y lo he dicho muchas veces, son héroes, porque se juegan el puesto cada día. O te sentís mal haciendo cosas con las que no estás de acuerdo o pierdes el puesto. Entonces es una lucha y una tensión cotidiana; por eso muchos de los periodistas están en la periferia del periodismo”, sintetiza.

En ese contexto, la irrupción de Internet marcó el fin de un universo anteriormente suturado, abriendo la discusión sobre nuevos escenarios y nuevos actores por fuera de las estructuras mediáticas tradicionales. Así, para el especialista la crítica no es sinónimo de desesperanza; aún en tiempos complejos, subraya la importancia de rescatar y destacar prácticas y espacios innovadores:

“¡Internet es distinto! Es la expresión libre y por eso la defensa de la libertad en Internet es, hoy en día, la defensa de la democracia. Porque, como en la famosa película ‘Siempre nos quedará París’, aquí siempre nos quedará Internet. Cuando ya nada funciona, cuando ya todo está bloqueado, en Internet se pude decir lo que se quiera. Hay que diferenciar entre el mensaje y el mensajero. Al mensajero lo detectan y le dan duro. Al mensaje no. El mensaje sigue, vive eternamente”.